Col·lectivització de la indústria de l'automòbil pels anarquistes de la CNT-FAI
"En sus memorias, Francesc Cambó indica que en 1942, “hablando con unos fabricantes llegué a perder el control de mis palabras”. Habían comentado el caso los industriales que, arruinados cuando vino la guerra, se encontraron ricos cuando terminó la contienda, «gracias a la acertada y lealísima gestión del comité obrero que gobernó el negocio. Habían pagado las deudas con la depreciada moneda roja y escondido una buena existencia de mercancías, que después de la guerra los patronos pudieron realizar con un gran margen de beneficios. ¿Cómo no dieron a los obreros una parte importante de la ganancia?». Y Cambó les reprocha que los denunciaran e hicieran encarcelar.
A quien se acusaba sólo de haber pertenecido a un comité de empresa, el fiscal militar le pedía, casi automáticamente, una pena de seis años y un día a doce años de prisión por “auxilio a la rebelión”. Pero muchos que formaron parte de comités de empresa eran, además, militantes y tuvieron otras actividades, lo cual aumentaba la pena. En todo caso, a quien fue acusado y detenido sólo por haber sido de un comité de empresa, le tocó permanecer en la cárcel de dos a cuatro años, según la rapidez con que se llevó a cabo su proceso. No poseo cifras sobre cuántos se hallaron en esta situación.
Decía Marx que cuanto más miedo pasa la burguesía, más feroz se muestra en la represión. En España, las colectivizaciones fueron una causa de pánico, porque funcionaron relativamente bien, no fracasaron, y dieron esperanza y combatividad a los trabajadores. La burguesía en las ciudades, los grandes propietarios en el campo, no se contentaron con recobrar «sus» bienes. Se desquitaron, ensañándose con los obreros «colectivizados», por el miedo pasado y también por la humillación de ver que sus obreros hicieron funcionar las cosas tan bien o mejor que ellos. Como muchos miembros de comités de empresa pudieron exiliarse a Francia, desde Cataluña, fueron los obreros los que pagaron. y como estos obreros eran necesarios para que las empresas recobradas por sus dueños anteriores funcionaran, el ensañamiento no tuvo lugar tanto en prisiones y campos de trabajo, como en las empresas mismas. Las condiciones de trabajo, los horarios y los salarios que se establecieron después de 1939 constituyeron un retroceso de decenios. El sistema «sindical» del franquismo, mala imitación del corporativismo mussoliniano, hizo pagar a los trabajadores el «pecado» de haber querido ser los amos, hasta que creció una nueva generación de obreros y patronos que no habían vivido directamente esta experiencia. A este doble precio que el proletariado pagó por las colectivizaciones correspondió un doble chantaje".
Víctor Alba (pseudònim de Pere Pagès Elies)
Extracte del Capítol X de "Los Colectivizadores"
"Los obreros de hoy, y hasta los de ayer mismo, no son como los de anteayer, los de 1936. Estos, en España, no tenían nada por perder salvo sus cadenas, según la frase de Marx. En realidad, podían perder algo más: su formación sindical, su experiencia de militantes, un siglo de educación obrera acumulada generación tras generación. Las cadenas se han dorado y hoy los obreros tienen miedo de perder la vivienda, el refrigerador, el aparato de televisión, el auto o la moto, y hasta el teléfono móvil, casi todo comprado a plazos con avales bancarios. Si pierden el trabajo, lo pierden casi todo. En cambio, ya no pueden perder la educación obrera, la militancia sindical, la experiencia de generaciones, porque no tienen nada de esto. La sociedad entera, en los países industriales, se ha convertido en una informe miasma mesocrática".
Víctor Alba
Extracte del Capítol X de "Los Colectivizadores"
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