I Jornada de la Nova Economia, celebrada al Palau Nacional de Catalunya a Montjuïch (Barcelona)
Assemblea de membres de Consells d'Empresa i Comitès de Control de les col·lectivitzacions de la Revolució Llibertària (I Jornada de la Nova Economia)
La Revolución Española, fue en muchos casos más profunda que la Rusa, no hay parangón en la historia de un caso de encubrimiento internacional, de los hechos, como éste.
Burnett Bolloten
Burnett Bolloten es autor de "El Gran Engaño. Las izquierdas y su lucha por el poder en la zona republicana" (The Grand Camouflage), La Revolución española y de La Guerra Civil española: Revolución y Contrarrevolución.
Extracto (capítulos 48 y 49) de La Guerra Civil Española. Revolución y Contrarevolución, por Burnett Bolloten
Durante las semanas y los meses que siguieron a los sucesos de mayo, Cataluña – el antiguo centro de poder de la CNT-FAI y del POUM – presenció una sucesión de detenciones arbitrarias, encarcelamientos en prisiones clandestinas, torturas, secuestros y asesinatos, así como la destrucción de las colectividades agrícolas. Al terror espontáneo, incontrolado, de la CNT y la FAI durante los días de la revolución le sucedió el terror más organizado, dirigido centralmente y, por lo tanto, más peligroso de los comunistas. ”Una ola de sangre, de terror ha asolado los pueblos de Cataluña – declaró el Comité Nacional de la CNT en junio de 1937–... Nuestro movimiento libertario ha callado... no por cobardía, sino por disciplina y sentido de la responsabilidad... Ha soportado con estoicismo in- comparable el asalto a las colectividades, a la obra constructiva del proletariado”.
”Desde mayo a la fecha las provocaciones contra la CNT en Cataluña no han cesado –decía una declaración del Comité Regional de la CNT a finales de junio, de la que la censura suprimió este párrafo–. Se ha perseguido a militantes, se les ha provocado y asesinado; se han clausurado centros y deshecho Colectividades; se han elevado al cubo los desafueros Para arrastrar a la Confederación Regional del Trabajo de Cataluña a una actitud de defensa desesperada. Y siempre por nuestra parte, frente al vendaval represivo y provocador, se ha dado la misma sensación de serenidad. No hemos querido encender una guerra fratricida. No hemos querido romper el bloque antifascista, resquebrajado por las maniobras innobles de ciertos elementos.”
Esta paciencia exasperaba a los elementos más radicales del movimiento libertario. El 1 de julio, el periódico clandestino Anarquía se hacía eco en su primer número del creciente abismo entre la dirección del movimiento y un numeroso sector de la base. ”Ante la grave situación en que se encuentra nuestra organización, frente a la bárbara represión desencadenada contra nosotros, frente al asalto y la destrucción de nuestros colectivos y de nuestra obra revolucionaria... debemos dar un grito de alarma y pedir a los camaradas militantes [es decir, a los dirigentes] de la CNT y la FAI que creen optimísticamente que nuestra revolución avanza y que somos todavía una fuerza que inspira temor y respeto... que se quiten la venda de los ojos. La represión en las zonas rurales es algo increíble. El odio contra la CNT y la FAI ha alcanzado un vigor insospechado. En una orgía de derramamiento de sangre, los guardias de asalto, enviados para mantener el orden, atacan los pueblos y lo destruyen todo, encarce-lando y asesinando a nuestros camaradas.”
La represión en Cataluña y en otras regiones de la zona republicana continuó sin disminuir durante meses. En septiembre, el Comité Nacional de la CNT afirmó que había en prisión miles de ”antifascistas y revolucionarios probados” y, en noviembre, Solidaridad Obrera daba la cifra de 15.000 presos. Nunca podrá saberse con certeza cuántos asesinatos de militantes cenetistas se produjeron durante ese período, porque no se han publicado cifras fiables.6 Pero no cabe duda de que el número de asesinatos debió ser considerable, si tenemos en cuenta los cometidos en el frente y en la retaguardia. […].
Obedeciendo órdenes secretas recibidas directamente de la NKVD de Valencia – el cuartel general de Alexander Orlov – Ortega ocultó a su superior inmediato, el ministro de Goberna-ción Julián Zugazagoitia, toda la información sobre el golpe que se estaba preparando. Además, tomó la precaución de enviar a Ciudad Real con un falso pretexto al subdirector general de Seguridad, el socialista moderado Gabriel Morón, a quien Zugazagoitia, que desconfiaba del director general, había nombrado para que le mantuviera ”al corriente de cuanto ocurra” en el departamento de policía.
Aquí viene al caso relatar una experiencia personal que confirma la importante participación de la NKVD, la policía secreta soviética, en el golpe. En aquellos días, yo era corresponsal de la United Press en Valencia y simpatizaba con la línea del Partido Comunista. El 18 de junio, dos días después de la detención de los líderes del POUM, ”Irma”, una agente de la NKVD que me había presentado Orlov,me entregó un documento que, según me dijo, era la copia anticipada de un comunicado que pronto haría público el director general de Seguridad. El comunicado anunciaba que se había descubierto ”una vasta conspiración contra la seguridad del estado”, así como numerosos documentos que confirmaban ”irrefutablemente” las sospechas de que el POUM estaba al servicio del enemigo; entre los documentos se había encontrado un plano de Madrid en cuyo reverso había escrito en tinta simpática un mensaje de un agente del general Franco en el que se aludía a una entrevista con ”N” (referencia evidente a Andrés Nin) y otros dirigentes del POUM; esta “organización de espionaje” había proporcionado información al Estado Mayor de Franco sobre operaciones militares presentes y futuras, y se habían practicado doscientas detenciones.
Aunque la acusación de espionaje contra el POUM me resultaba dificil de creer, estaba seguro de que tenía una gran exclusiva y debía telefonear sin pérdida de tiempo a la United Press. Sólo había un problema. La agente insistió en que no podía utilizar como fuente oficial al director general de Seguridad. Repuse que en ese caso la United Press pensaría que yo estaba respaldando personalmente las acusaciones de espionaje sin ninguna prueba seria y cuestio-naría mi credibilidad. “¿Entonces no cree que el POUM sea una organización de espías al servicio de Franco?”, respondió recelosamente. Yo reiteré mis objeciones y con ello crecieron sus recelos y su inquietud. Temiendo perder la exclusiva, le dije que tendría en cuenta sus restricciones, aunque en mi fuero interno decidí utilizar la fuente. Pero cuando entregué mi despacho mecanografiado una hora después a Constancia de la Mora, la comunista a cargo de la censura en la Oficina de Prensa Extranjera, suprimió mi primera frase ”El director general de Seguridad ha emitido el siguiente comunicado”. Evidentemente, había sido advertida por la NKVD. Finalmente, no puso objeciones a que utilizara la vaga expresión “al parecer...”.
Cotejando este incidente con informaciones posteriores, he llegado a las siguientes conclusiones: 1. La NKVD deseaba dar el máximo de publicidad a la supuesta conspiración sirviéndose del sistema telegráfico y sin involucrar al gobierno, que no había sido informado y cuya reacción era difícilmente previsible. 2. El comunicado no había sido emitido por el director general, como se me había dicho, sino que había sido redactado en la oficina de la NKVD en la embajada soviética en Valencia, donde se falsificaron los documentos inculpadores. 3. La atribución del comunicado al director general de Seguridad era una treta para ganar mi confianza porque, después de todo, no era simpatizante desde hacía mucho ni, desde luego, miembro del partido. 4. Omitiendo toda mención al director general se esperaba evitar o, al menos, retrasar, las posibles medidas disciplinarias del ministro de Gobernación, que no había sido informado del golpe. 5. La Oficina de Prensa Extranjera, oficialmente bajo el control del Ministerio de Asuntos Exteriores –ahora ocupado por José Giral, republicano de izquierda y leal amigo del presidente Azaña–, estaba realmente controlada por la NKVD a través de los comunistas españoles, que recibían directrices de su cuartel general en Valencia. Es dudoso que Giral supiera esto cuando tomó posesión de su cargo, pues, como hemos visto, simplemente heredó de Alvarez del Vayo el personal del ministerio y sus dependencias, pero con toda probabilidad debió conocer las simpatías políticas de Constancia de la Mora cuando la nombró jefe de la Oficina de Prensa Extranjera varios meses después.
Aunque la noticia de la detención de los dirigentes del POUM apareció en Mundo Obrero, el diario comunista de Madrid, el 18 de junio, la prensa de Barcelona no mencionó hasta el 22 de junio a la supuesta organización de espionaje vinculando al POUM con el general Franco. ”Hace unos días – declaró Las Noticias, órgano de la UGT-PSUC en Cataluña – la policía descubrió en Barcelona una organización de enorme importancia dedicada al espionaje en varios países del mundo... La más elemental cautela... nos obligó en los primeros momentos del descubrimiento, a silenciar este importante servicio de la policía, porque habría podido redundar en perjuicio del éxito total del servicio: pero ahora... podemos explicar a nuestros lectores algunos datos sobre esta vasta organización de espionaje que tenía sus mejores elementos infiltrados en el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Como primera medida, la policía procedió a la detención de todos los hombres dirigentes del POUM y de gran número de extranjeros de ambos sexos, que parecía eran los que tenían una relación más directa con el servicio de espionaje. En estos momentos se estima que han sido detenidas trescientas personas... En la incautación de los locales de este Partido se encontraron documentos de gran importancia... hasta el extremo de que los culpables no pueden de ninguna manera eludir su culpabilidad”.
Durante los meses siguientes, el PCE y el PSUC, en la prensa y en las tribunas públicas, multiplicaron sus denuncias al POUM como una organización de espías y traidores, comparándolos con los “trotskistas” y ”saboteadores” de la Unión Soviética.
El 25 de junio, Frente Rojo declaró:
Desde el primer momento de la guerra... en los mitines, en la prensa, en los propios organismos oficiales, nuestro partido ha exigido constantemente que se adoptaran medidas severas contra los espías, los agentes del fascismo y los provocadores. Si no conociéramos por experiencia histórica la manera como actúa el espionaje fascista, nos habría bastado para aleccionarnos los sucesivos procesos que se han realizado en la URSS contra los trotskistas y los saboteadores al servicio de Hitler... Sin embargo, con una indiferencia y una incomprensión verdaderamente punibles [referencia a Largo Caballero], se ha dejado pasar meses y meses sin hacer nada efectivo... Ahora, bajo el mando del actual Gobierno, se han rectificado los procedimientos. Y ahora tenemos la prueba de la exactitud de nuestras acusaciones... El trotskismo como ha dicho admirablemente nuestro camarada Stalin, hace muchos años, ha dejado de ser una corriente del movimiento obrero para convertirse en una banda de asesinos, saboteadores y espías que actúa por cuenta y bajo la dirección de la Gestapo. ¿Qué de extraño tiene que los trotskistas de aquí, los llamados poumistas, tan renegados y traidores como los de la URSS, estén al servicio de Franco?... El Gobierno actual le ha puesto de veras la mano al espionaje y a los traidores y nosotros estamos seguros de que esta mano les apretará de una manera implacable. La suerte de nuestra causa exige que no se tenga consideración ni blanduras. Todo el que de un modo u otro sirva al enemigo debe caer.
Tras la detención de los dirigentes del POUM y, poco después, de muchos de sus miembros y partidarios extranjeros, algunos de los cuales fueron asesinados o retenidos sin cargos en cárceles clandestinas, la represión se extendió a otras ciudades y a las fuerzas armadas del POUM en el frente de Aragón, donde fue disuelta su XXIX División. Algunos miembros de la División se refugiaron en unidades de la CNT, otros fueron encarcelados o ejecutados, entre ellos uno de los comisarios políticos más respetados de la División, Marciano Mena, y muchos fueron incorporados a las unidades controladas por el gobierno. Tras la detención de los dirigentes del POUM y, poco después, de muchos de sus miembros y partidarios extranjeros, algunos de los cuales fueron asesinados o retenidos sin cargos en cárceles clandestinas, la represión se extendió a otras ciudades y a las fuerzas armadas del POUM en el frente de Aragón, donde fue disuelta su XXIX División. Algunos miembros de la División se refugiaron en unidades de la CNT, otros fueron encarcelados o ejecutados, entre ellos uno de los comisarios políticos más respetados de la División, Marciano Mena, y muchos fueron incorporados a las unidades controladas por el gobierno.
La reacción de la CNT no tardó en producirse. En un extenso artículo titulado “Se ha pasado la primera factura al cobro?”, el cenetista Juan López, ministro de Comercio en el gobierno de Largo Caballero, declaraba que, si bien era adversario de los comunistas, tanto disidentes como oficiales, se indignaba al ver cómo hombres que habían dedicado toda su vida a la lucha contra el capitalismo ahora eran presentados como aliados de Hitler. ”Nuestra revolución no puede arrastrarse tan bajo hasta el extremo de elevar a principio de orden la eliminación de los partidos antifascistas... España no ha hipotecado aún su independencia política hasta el extremo de tener que pagar a precio tan alto ayudas que podemos aceptar y agradecer si se prestan desinteresadamente; pero que estamos obligados a rechazar cuando tras de la ayuda viene la factura para el cobro. Además se desnaturaliza el espíritu de la revolución española creando un nuevo tipo de persecución intolerable... No les parecerá mal a los camaradas comunistas si les decimos que en España hasta las piedras han de levantarse contra ellos el día que el pueblo español caiga en la cuenta del peligro que supone una dictadura del tipo de importación que representan”.
En el primer aniversario de la derrota de la insurrección militar en Cataluña, La Batalla publicó en un número clandestino el siguiente manifiesto:
[Al] cabo de doce meses de aquella gesta gloriosa... [un] enjambre de arribistas, de gente que en las horas peligrosas permaneció oculta, cobarde de espíritu, profundamente reaccionario, mortales enemigos de la clase trabajadora, han caído como un alud sobre las organizaciones del proletariado revolucionario. Esa gentuza vil se cobija en – y los dirige – los mal llamados Partido Comunista de España y el PSUC.
Para justificar los crímenes que están llevando a cabo, juegan arteramente con el manoseado truco de los ”incontrolados” y de los ”espías”. Pero la verdad es muy otra. Gimiendo o pudriéndose en las distintas cárceles de Barcelona – algunas de ellas inmundas covachas sin luz y sin aire– se hallan centenares de obreros y campesinos – algunos recién llegados del frente– pertenecientes en su mayor parte a la CNT y al POUM...
Ningún delito han cometido. Nada punible ante los trabajadores pesa sobre sus conciencias. Han sido encarcelados por esa policía al servicio de un partido – del Partido Comunista de España y su retoño, el PSUC – por la razón simple y llana de ser militantes de organizaciones que no se hincan de rodillas... ante los mandones reaccionarios con carnet de comunistas.
Ningún delito han cometido. Nada punible ante los trabajadores pesa sobre sus conciencias. Han sido encarcelados por esa policía al servicio de un partido – del Partido Comunista de España y su retoño, el PSUC – por la razón simple y llana de ser militantes de organizaciones que no se hincan de rodillas... ante los mandones reaccionarios con carnet de comunistas.
George Orwell, que luchó en la milicia del POUM y logró escapar de Barcelona durante la represión, escribió a un amigo en julio de 1937: “[Casi] todos nuestros amigos y conocidos están en la cárcel y es probable que sigan allí indefinidamente, sin que pese sobre ellos ninguna acusación excepto la de ser sospechosos de “trotskismo”. Cuando me marché estaban ocurriendo las cosas más horribles, detenciones masivas, heridos arrastrados fuera del hospital y arrojados a la cárcel, gentes apretujadas en repugnantes guaridas donde apenas tienen sitio para tumbarse, presos golpeados Y muertos de hambre, etc., etc. Entretanto, no hay forma de que la prensa inglesa diga una palabra sobre esto, excepto en las publicaciones del ILP [Partido Laborista Independiente], que está afiliado al POUM”. […].
Tras la detención de los dirigentes del POUM y, poco después, de muchos de sus miembros y partidarios extranjeros, algunos de los cuales fueron asesinados o retenidos sin cargos en cárceles clandestinas, la represión se extendió a otras ciudades y a las fuerzas armadas del POUM en el frente de Aragón, donde fue disuelta su XXIX División. Algunos miembros de la División se refugiaron en unidades de la CNT, otros fueron encarcelados o ejecutados, entre ellos uno de los comisarios políticos más respetados de la División, Marciano Mena, y muchos fueron incorporados a las unidades controladas por el gobierno. Tras la detención de los dirigentes del POUM y, poco después, de muchos de sus miembros y partidarios extranjeros, algunos de los cuales fueron asesinados o retenidos sin cargos en cárceles clandestinas, la represión se extendió a otras ciudades y a las fuerzas armadas del POUM en el frente de Aragón, donde fue disuelta su XXIX División. Algunos miembros de la División se refugiaron en unidades de la CNT, otros fueron encarcelados o ejecutados, entre ellos uno de los comisarios políticos más respetados de la División, Marciano Mena, y muchos fueron incorporados a las unidades controladas por el gobierno.
La reacción de la CNT no tardó en producirse. En un extenso artículo titulado “Se ha pasado la primera factura al cobro?”, el cenetista Juan López, ministro de Comercio en el gobierno de Largo Caballero, declaraba que, si bien era adversario de los comunistas, tanto disidentes como oficiales, se indignaba al ver cómo hombres que habían dedicado toda su vida a la lucha contra el capitalismo ahora eran presentados como aliados de Hitler. ”Nuestra revolución no puede arrastrarse tan bajo hasta el extremo de elevar a principio de orden la eliminación de los partidos antifascistas... España no ha hipotecado aún su independencia política hasta el extremo de tener que pagar a precio tan alto ayudas que podemos aceptar y agradecer si se prestan desinteresadamente; pero que estamos obligados a rechazar cuando tras de la ayuda viene la factura para el cobro. Además se desnaturaliza el espíritu de la revolución española creando un nuevo tipo de persecución intolerable... No les parecerá mal a los camaradas comunistas si les decimos que en España hasta las piedras han de levantarse contra ellos el día que el pueblo español caiga en la cuenta del peligro que supone una dictadura del tipo de importación que representan”.
En el primer aniversario de la derrota de la insurrección militar en Cataluña, La Batalla publicó en un número clandestino el siguiente manifiesto:
[Al] cabo de doce meses de aquella gesta gloriosa... [un] enjambre de arribistas, de gente que en las horas peligrosas permaneció oculta, cobarde de espíritu, profundamente reaccionario, mortales enemigos de la clase trabajadora, han caído como un alud sobre las organizaciones del proletariado revolucionario. Esa gentuza vil se cobija en – y los dirige – los mal llamados Partido Comunista de España y el PSUC.
Para justificar los crímenes que están llevando a cabo, juegan arteramente con el manoseado truco de los ”incontrolados” y de los ”espías”. Pero la verdad es muy otra. Gimiendo o pudriéndose en las distintas cárceles de Barcelona – algunas de ellas inmundas covachas sin luz y sin aire– se hallan centenares de obreros y campesinos – algunos recién llegados del frente– pertenecientes en su mayor parte a la CNT y al POUM...
Ningún delito han cometido. Nada punible ante los trabajadores pesa sobre sus conciencias. Han sido encarcelados por esa policía al servicio de un partido – del Partido Comunista de España y su retoño, el PSUC – por la razón simple y llana de ser militantes de organizaciones que no se hincan de rodillas... ante los mandones reaccionarios con carnet de comunistas.
Ningún delito han cometido. Nada punible ante los trabajadores pesa sobre sus conciencias. Han sido encarcelados por esa policía al servicio de un partido – del Partido Comunista de España y su retoño, el PSUC – por la razón simple y llana de ser militantes de organizaciones que no se hincan de rodillas... ante los mandones reaccionarios con carnet de comunistas.
George Orwell, que luchó en la milicia del POUM y logró escapar de Barcelona durante la represión, escribió a un amigo en julio de 1937: “[Casi] todos nuestros amigos y conocidos están en la cárcel y es probable que sigan allí indefinidamente, sin que pese sobre ellos ninguna acusación excepto la de ser sospechosos de “trotskismo”. Cuando me marché estaban ocurriendo las cosas más horribles, detenciones masivas, heridos arrastrados fuera del hospital y arrojados a la cárcel, gentes apretujadas en repugnantes guaridas donde apenas tienen sitio para tumbarse, presos golpeados Y muertos de hambre, etc., etc. Entretanto, no hay forma de que la prensa inglesa diga una palabra sobre esto, excepto en las publicaciones del ILP [Partido Laborista Independiente], que está afiliado al POUM”. […].
Los métodos comunistas, en contraste con los objetivos moderados profesados por el partido, tuvieron un efecto negativo en los países democráticos cuya ayuda se buscaba. En una carta a la Ejecutiva del PSOE, Enrique de Francisco, dirigente de la Agrupación Socialista Madrileña y partidario de Largo Caballero, afirmó que amplios sectores liberales y obreros percibían ”una hegemonía del Partido Comunista” en el gobierno y que los recientes acontecimientos en el terreno del orden público habían ”alarmado a la conciencia internacional”. Al mismo tiempo, La Correspondencia de Valencia, portavoz de Largo Caballero, argumentaba que la “desdichada política exclusivista” del PCE era responsable de la pérdida de entusiasmo en los círculos democráticos del extranjero y que ni las potencias democráticas ni las masas populares podían sentirse atraídas por un país en el que los comunistas ”hombreen y manden”, y ejercieran lo que, de hecho, era una ”dictadura verbalista comunista”.
En su famoso (y último) discurso pronunciado en España, en el Teatro Pardiñas de Madrid, en octubre de 1937, Largo Caballero aprovechó la ocasión para subrayar el daño que se estaba haciendo a la causa de la República en el extranjero. ”Todos sabéis que ha habido casos verdaderamente desgraciados, que aún no se han esclarecido, de personas hechas desaparecer por elementos que no son el Gobierno, y que han constituido un Estado dentro de otro Estado. Esto ha trascendido, compañeros, hasta el extremo de que han venido a España representantes de las Internacionales, a averiguar expresamente qué había de verdad en ello, y a nosotros, personalmente, se nos ha dicho: ”desde que esto ha ocurrido, nosotros no podemos levantar el entusiasmo en el extranjero, entre nuestros compañeros, porque sospechan que aquí quienes dominan y quienes influyen son los elementos – lo dicen claramente – comunistas, y todo el mundo se pregunta si van a ayudar a España para que luego sean los comunistas quienes rijan los destinos de España”. […].
El intento de Soria – y de otros escritores – de exonerar al PCE haciendo responsable de la cruzada contra el POUM y la desaparición de Nin al fenómeno del ”estalinismo” – en consonancia con la tendencia eurocomunista a la desestalinización en los años setenta – no resiste un análisis serio: en esa campaña participó religiosamente cada líder del partido, cada diario y publicación comunista, tanto local como nacional, desde los primeros meses de la Guerra Civil. El hecho de que la campaña se originase en Moscú es indiferente, pues, como afirmó más tarde el dirigente del POUM Ignacio Iglesias: “Si la represión contra el POUM y el asesinato de Nin pudieron ser perpetrados por los servicios policiacos de Stalin, fue gracias a la colaboración directa, incondicional y entusiasta que les prestaron en todo instante los comunistas españoles, tanto los del PCE Como los del PSUC y de la JSU, todos al alimón.”
Como se recordará, fue José Díaz, secretario del partido, quien declaró inmediatamente después de los sucesos de mayo – sólo cinco semanas antes del golpe – que el POUM era ”una banda de espías y de provocadores al servicio del fascismo internacional” y que era necesario acabar Con los ”bichos” trotskistas en todos los países civilizados. Además, el golpe fue ordenado por un comunista – el director general de Seguridad, teniente coronel Ortega –, siguiendo instrucciones secretas de la NKVD, y ejecutado por el teniente coronel Burillo, también comunista y jefe de policía de Barcelona. Asimismo, fue la policía española la que llevó a Andrés Nin a la prisión secreta de Alcalá de Henares, donde halló su destino.
Nunca se ha podido determinar la forma exacta de la muerte de Nin. Tampoco se sabe con certeza si fue asesinado en España o si fue enviado a Rusia vivo o muerto. El socialista moderado Juan-Simeón Vidarte, subsecretario de Gobernación, recuerda en sus memorias que él y el ministro de Gobernación Zugazagoitia enviaron a un agente de policía a Madrid para que investigara la desaparición de Nin. Según el informe del agente, Nin había sido llevado a una casa privada en Alcalá de Henares que se utilizaba como “cheka comunista”, desde la cual se habían oído ”gritos y lamentos”; una mañana, un vehículo recogió un cajón de grandes dimensiones y se dirigió a Alicante, donde se detuvo al lado de un barco soviético. El agente concluía que, en su opinión, Nin había salido vivo de España.
Cuarenta años después, esta versión recibió el apoyo, aunque en absoluto concluyente, de cierto Javier Jiménez, que en una entrevista publicada por el diario madrileño Cambio 16 afirmó haber pertenecido a la Brigada Especial de Madrid enviada a Barcelona en el momento del golpe contra el POUM. No sólo había presenciado la falsificación de documentos con la firma de Nin para implicar al POUM en el espionaje enemigo, sino que, después de la Guerra Civil, encontró al conductor que había llevado a su Brigada a Barcelona, quien confesó que después había trasladado a Nin desde Alcalá de Henares hasta Valencia, ”donde esperaba un buque soviético”.
Independientemente de la suerte de Nin, los comunistas y sus amigos se aferraron a la versión de que había sido liberado por un comando nazi. La Gestapo, sostenían, no podía permitir que un agente tan valioso fuera interrogado por la policía republicana sobre sus actividades en España. […].
La desaparición de Nin fue un duro golpe moral para el gobierno de Negrín, que deseaba aparecer ante el mundo occidental como garante de los procedimientos constitucionales. En el despacho del primer ministro se apilaban los telegramas y las cartas de protesta del extranjero.60 Negrín estaba inquieto por las repercusiones internacionales del caso y al principio le ofendió ese estigma sobre su gobierno tan sólo un mes después de su formación.61 Sin embargo, a juzgar por las memorias de Vidarte, uno de sus partidarios, parece que su preocupación tenía más que ver con el carácter ilegal de la represión que con la represión misma. ”Pensé entonces, y después de más de treinta años sigo pensando igual – escribe Vidarte –, que posiblemente se había establecido entre los comunistas y Negrín una especie de pacto tácito o sobreentendido, a los que tan propenso era el doctor, y que a cambio de la ayuda incondicional política que le habían prometido y del envío de las armas que España necesitaba más que nunca por la pérdida del Norte y Málaga... Negrín permitiría a los comunistas que dentro de la ley llevaran a cabo sus propósitos de liquidación política, ordenada por Stalin, de un partido rival que se había sublevado en armas contra el gobierno.” Como atestigua Manuel Azaña, la posición de Negrín durante la crisis de gobierno del 13 de mayo demuestra que, incluso antes de convertirse en primer ministro, respaldaba la disolución del POUM exigida por los comunistas. […].
Por la actitud pusilánime de los ministros era evidente que no estaban dispuestos a investigar la desaparición de Andrés Nin demasiado a fondo. Así lo ha confirmado Vidarte, subsecretario de Gobernación, según el cual, Morón “se destapó” cuando dijo a Zugazagoitia: “Ya que el presidente [Negrín] está empeñado en conocer la verdad, podéis decirle que la verdad es ésta: el secuestro de Andrés Nin ha sido planeado por el italiano [Vittorio] Codovila, el comandante Carlos [Vittorio Vidali], Togliatti y los directivos del Partido Comunista entre ellos Pepe Díaz [secretario del partido]. La orden de atormentarle ha sido dada por Orlov... Dile esto a Negrín y si quiere que los detenga, los meto en la cárcel mañana mismo. El ministro se quedó perplejo. Naturalmente, teniendo en cuenta el alcance político que podían tener estas detenciones, se abstuvo de emitir juicio alguno. Sin duda se lo debió comunicar inmediatamente al doctor [Negrín] y no se volvió a hablar de responsabilidades por el secuestro o el asesinato de Andrés Nin. Ahí quedó todo”.
La renuencia del ministro de Gobernación y de otros miembros del gobierno a actuar enérgicamente demuestra que, pese a su indignación inicial por la desaparición de Nin, no deseaban llevar la investigación hasta las últimas consecuencias – la denuncia de Alexander Orlov y sus estrechos colaboradores – por temor a enemistarse con la Unión Soviética, su único proveedor de armas y depositario del oro español. Es posible que, como afirmó Prieto posteriormente, cuando Zugazagoitia inició la investigación de la desaparición de Nin y ”estaba a punto de descubrirse la bochornosa verdad... Negrín ordenó suspender las averiguaciones”, pero no es menos cierto que el primer ministro sólo manifestaba el ambiente sumiso e inoperante que paralizaba al gabinete. Pocas semanas después, el 14 de agosto, el ministro de Gobernación trató de silenciar las críticas de la prensa a la Unión Soviética con una seria advertencia de la que se desprendía que el gobierno nunca investigaría a fondo la desaparición de Nin ni denunciaría su autoría soviética.
En este punto, cabe preguntarse: ¿qué efecto tuvo la represión de la CNT-FAI y del POUM y la liquidación de Largo Caballero sobre la marcha de la guerra? La respuesta la da Fernando Claudín, destacado miembro del PCE durante treinta años, y más tarde uno de los principales analistas y críticos de su política: ”Al cumplir las directivas de Moscú de eliminar a Largo Caballero de la jefatura del gobierno y de desencadenar la represión contra el POUM, el PCE asumió la responsabilidad de profundizar la división en el campo obrero y popular, lo cual debilitó considerablemente la capacidad combativa de la República”.
Según se aproximaba el día del proceso, los comunistas españoles intensificaron sus esfuerzos por influir en el curso de la justicia. ”Se recogen firmas en las fábricas y talleres, en los cafés, en los medios oficiales, pidiendo la pena de muerte – escribe Julián Gorkín, uno de los acusados –. También se recogen firmas en los frentes. A los oficiales y soldados que se niegan a firmar se les amenaza con las peores represalias.” En esta campaña, los comunistas contaron con la ayuda de un libro muy difundido, Espionaje en España, supuestamente escrito por cierto Max Rieger y publicado en España y en Francia poco antes del proceso con objeto, en palabras de Jordi Arquer, otro de los acusados, de ”preparar al público para nuestra culpabilidad y para la necesidad de un castigo ejemplar”. El conocido intelectual católico disidente José Bergamín distinguió el libro con un prólogo en el que describía al POUM como una organización de espías perteneciente a la internacional fascista en España” .
El autor del libro, que fue traducido al francés por el famoso escritor Jean Cassou, considerado en aquella época un comunista “regimentado”, y publicado por Denoél, era totalmente desconocido y nunca se le llegó a identificar. El periódico comunista Frente Rojo se refería a él simplemente como un “trabajador socialista” que había luchado en las Brigadas Internacionales. Pero el contenido del libro no deja lugar a dudas de que era obra de la NKVD con la participación del PCE y de que Bergamín sabía exactamente el papel que estaba jugando. ”Una de las especies más peligrosas de los enemigos de la revolución y el socialismo – decía Spartacus, un periódico socialista de izquierda publicado en Alicante –... son los católicos disfrazados de ”cristianos de espíritu avanzado y libres de prejui cios”.. Y uno de los más destacados elementos de esta clase, en España, es José Bergamín”.
La estrecha relación de Bergamín con los comunistas españoles, de quienes estaba rodeado cuando emigró a Méjico en 1939, parece indicar que fue uno de los precursores de la Teología de la Liberación que apareció en Latinoamérica muchos años después. Su importancia para los comunistas puede apreciarse en una carta que Constancia de la Mora, miembro del PCE, envió a Eleanor Roosevelt en julio de 1939, en la que elogiaba las actividades culturales de Bergamín en Méjico. Estas mostraban cómo podía mantenerse viva “la verdadera tradición de la cultura española”, que era “esencialmente democrática”. […].
A pesar de las presiones sobre los jueces, las acusaciones de espionaje y deserción de la XIX División poumista en el frente de Aragón durante los sucesos de mayo fueron rechazadas. No había pruebas, decía la sentencia, de que los acusados hubieran proporcionado al enemigo información de algún tipo sobre los frentes o la retaguardia. ”En cambio – continuaba – se desprende de lo actuado que todos tienen una marcada significación antifascista, que han contribuido con sus esfuerzos a la lucha contra la sublevación militar y que la actuación que queda expresada respondía únicamente al propósito de superar la República democrática e instaurar sus propias concepciones sociales.”29 Esta memorable sentencia demuestra que había jueces que no cedieron completamente a las intimidaciones.
Varios factores contribuyeron a absolver al POUM de la acusación de espionaje:
1. La falsedad manifiesta de los documentos, particularmente del que tenía el mensaje con una “N” en tinta simpática, que hicieron una burla del proceso. Jesús Hernández, miembro del buró político en aquellos momentos, afirma que “El proceso que se siguió contra los demás dirigentes del POUM fue una grosera comedia montada sobre papeles falsificados y declaraciones arrancadas a miserables espías de Franco, a quienes se prometía salvar la vida (después eran fusilados) si declaraban que habían mantenido contacto con los hombres del POUM... Las “pruebas”, en cuya ”elaboración” documental intervino muy activamente W. Roces [Wenceslao Roces, subsecretario de Educación]31, resultaron tan huecas y falsas que ninguno de ellos pudo ser llevado al paredón de ejecución.”
2. El testimonio favorable de Araquistáin, Caballero, Irujo, Montseny y Zugazagoitia.
3. La valerosa defensa de los acusados.
4. El hecho de que la NKVD no hubiera logrado arrancar una confesión a Andrés Nin. Wile-baldo Solano, secretario de la organización juvenil del POUM y posteriormente secretario del partido en el exilio, ha señalado la importancia de este factor: “La resistencia de Nin a sus eje-cutores desbarató los planes de la GPU [NKVD] y sus colaboradores españoles. Una ‘confesión’ de Nin habría creado una situación dramática para el POUM y sus dirigentes encarce-lados, pues habría permitido a la NKVD actuar como en la URSS y mostrar al mundo que en España también había ‘traidores trotskistas que reconocían sus crímenes’... Pero gracias al heroico sacrificio de Nin, no se pudo organizar en España un ‘proceso de Moscú’”.
Aunque los dirigentes del POUM fueron absueltos de las acusaciones de espionaje y deserción, fueron sentenciados a varias condenas de prisión por su participación en los sucesos de mayo. Enrique Adroher, Juan Andrade, Pedro Bonet y Julián Gorkín fueron sentenciados a quince años de prisión por intentar aprovechar el “movimiento rebelde” “para poner en ejecución sus propósitos de adueñarse del poder... y para instaurar el régimen social, económico y político que propugnan”, mientras que Jordi Arquer, comisario político de la XIX División, fue sentenciado a once años de prisión. Aunque no participó en los sucesos de Barcelona, la sentencia decía que “siguió idéntica conducta que sus compañeros del Comité Ejecutivo del POUM, para preparar y aprovechar todo movimiento que pudiera servir para desarrollar el programa revolucionario del Partido”. Dos de los acusados fueron absueltos y el partido, así como su organización juvenil (JCI), que ya no funcionaban legalmente desde hacía mucho, quedaron disueltos oficialmente. Los amigos extranjeros del POUM intentaron recurrir contra las sentencias, pero Barcelona cayó tres meses después y los presos lograron escapar a Francia.
La sentencia fue una victoria moral y política para los dirigentes del POUM, pues decía claramente que todos eran de “marcada significación antifascista” y que no había pruebas de que hubieran proporcionado información al enemigo. En opinión de Gorkín, la sentencia fue de compromiso, como se manifestó en las palabras del ministro de Justicia: “De ponerlos en libertad, hubieran sido asesinados en la calle por la NKVD ¡Ya hay bastante con el escándalo Nin!”
Evidentemente, los partidarios extranjeros del POUM estaban exultan-tes con el desenlace del proceso. ”¿[Dónde] deja todo esto a los artistas de la difamación estalinistas? – preguntaba Workers’ Age –. Durante un año y medio la propaganda estalinista ha estado repitiendo que el POUM era una organización “trotskista-fascista” ”que actúa en colaboración con la Gestapo”. Se han inventado “cargos” deliberadamente, con todo descaro se han fabricado ”pruebas” de la nada y se las ha hecho circular por todo el mundo en miles de columnas de periódicos y miles de folletos. Y ahora, el POUM ha sido absuelto de esos ”cargos” y las ”pruebas” mismas han sido rechazadas por el tribunal, por un tribunal del gobierno de Negrín. ¿Qué dirán ahora los estalinistas? ¿Retirarán sus vergonzosas calumnias contra el POUM?... ¿O continuarán – como tenemos motivos para creer – su campaña a pesar de todo lo que ha ocurrido?”
El resultado del proceso fue enojoso para la Komintern, como se manifiesta en la actitud de Togliatti, que, en un informe a Moscú, lo calificaba de “escandaloso” porque no se había dictado ”ninguna condena seria”. También fue una profunda decepción para el PCE, pero hizo frente a la situación lo mejor que pudo no publicando la sentencia y durante las últimas semanas de la guerra y en los años del exilio continuó tachando a sus adversarios de agentes ”trotskistas” y ”traidores” a sueldo del general Franco.
En su famoso (y último) discurso pronunciado en España, en el Teatro Pardiñas de Madrid, en octubre de 1937, Largo Caballero aprovechó la ocasión para subrayar el daño que se estaba haciendo a la causa de la República en el extranjero. ”Todos sabéis que ha habido casos verdaderamente desgraciados, que aún no se han esclarecido, de personas hechas desaparecer por elementos que no son el Gobierno, y que han constituido un Estado dentro de otro Estado. Esto ha trascendido, compañeros, hasta el extremo de que han venido a España representantes de las Internacionales, a averiguar expresamente qué había de verdad en ello, y a nosotros, personalmente, se nos ha dicho: ”desde que esto ha ocurrido, nosotros no podemos levantar el entusiasmo en el extranjero, entre nuestros compañeros, porque sospechan que aquí quienes dominan y quienes influyen son los elementos – lo dicen claramente – comunistas, y todo el mundo se pregunta si van a ayudar a España para que luego sean los comunistas quienes rijan los destinos de España”. […].
El intento de Soria – y de otros escritores – de exonerar al PCE haciendo responsable de la cruzada contra el POUM y la desaparición de Nin al fenómeno del ”estalinismo” – en consonancia con la tendencia eurocomunista a la desestalinización en los años setenta – no resiste un análisis serio: en esa campaña participó religiosamente cada líder del partido, cada diario y publicación comunista, tanto local como nacional, desde los primeros meses de la Guerra Civil. El hecho de que la campaña se originase en Moscú es indiferente, pues, como afirmó más tarde el dirigente del POUM Ignacio Iglesias: “Si la represión contra el POUM y el asesinato de Nin pudieron ser perpetrados por los servicios policiacos de Stalin, fue gracias a la colaboración directa, incondicional y entusiasta que les prestaron en todo instante los comunistas españoles, tanto los del PCE Como los del PSUC y de la JSU, todos al alimón.”
Como se recordará, fue José Díaz, secretario del partido, quien declaró inmediatamente después de los sucesos de mayo – sólo cinco semanas antes del golpe – que el POUM era ”una banda de espías y de provocadores al servicio del fascismo internacional” y que era necesario acabar Con los ”bichos” trotskistas en todos los países civilizados. Además, el golpe fue ordenado por un comunista – el director general de Seguridad, teniente coronel Ortega –, siguiendo instrucciones secretas de la NKVD, y ejecutado por el teniente coronel Burillo, también comunista y jefe de policía de Barcelona. Asimismo, fue la policía española la que llevó a Andrés Nin a la prisión secreta de Alcalá de Henares, donde halló su destino.
Nunca se ha podido determinar la forma exacta de la muerte de Nin. Tampoco se sabe con certeza si fue asesinado en España o si fue enviado a Rusia vivo o muerto. El socialista moderado Juan-Simeón Vidarte, subsecretario de Gobernación, recuerda en sus memorias que él y el ministro de Gobernación Zugazagoitia enviaron a un agente de policía a Madrid para que investigara la desaparición de Nin. Según el informe del agente, Nin había sido llevado a una casa privada en Alcalá de Henares que se utilizaba como “cheka comunista”, desde la cual se habían oído ”gritos y lamentos”; una mañana, un vehículo recogió un cajón de grandes dimensiones y se dirigió a Alicante, donde se detuvo al lado de un barco soviético. El agente concluía que, en su opinión, Nin había salido vivo de España.
Cuarenta años después, esta versión recibió el apoyo, aunque en absoluto concluyente, de cierto Javier Jiménez, que en una entrevista publicada por el diario madrileño Cambio 16 afirmó haber pertenecido a la Brigada Especial de Madrid enviada a Barcelona en el momento del golpe contra el POUM. No sólo había presenciado la falsificación de documentos con la firma de Nin para implicar al POUM en el espionaje enemigo, sino que, después de la Guerra Civil, encontró al conductor que había llevado a su Brigada a Barcelona, quien confesó que después había trasladado a Nin desde Alcalá de Henares hasta Valencia, ”donde esperaba un buque soviético”.
Independientemente de la suerte de Nin, los comunistas y sus amigos se aferraron a la versión de que había sido liberado por un comando nazi. La Gestapo, sostenían, no podía permitir que un agente tan valioso fuera interrogado por la policía republicana sobre sus actividades en España. […].
La desaparición de Nin fue un duro golpe moral para el gobierno de Negrín, que deseaba aparecer ante el mundo occidental como garante de los procedimientos constitucionales. En el despacho del primer ministro se apilaban los telegramas y las cartas de protesta del extranjero.60 Negrín estaba inquieto por las repercusiones internacionales del caso y al principio le ofendió ese estigma sobre su gobierno tan sólo un mes después de su formación.61 Sin embargo, a juzgar por las memorias de Vidarte, uno de sus partidarios, parece que su preocupación tenía más que ver con el carácter ilegal de la represión que con la represión misma. ”Pensé entonces, y después de más de treinta años sigo pensando igual – escribe Vidarte –, que posiblemente se había establecido entre los comunistas y Negrín una especie de pacto tácito o sobreentendido, a los que tan propenso era el doctor, y que a cambio de la ayuda incondicional política que le habían prometido y del envío de las armas que España necesitaba más que nunca por la pérdida del Norte y Málaga... Negrín permitiría a los comunistas que dentro de la ley llevaran a cabo sus propósitos de liquidación política, ordenada por Stalin, de un partido rival que se había sublevado en armas contra el gobierno.” Como atestigua Manuel Azaña, la posición de Negrín durante la crisis de gobierno del 13 de mayo demuestra que, incluso antes de convertirse en primer ministro, respaldaba la disolución del POUM exigida por los comunistas. […].
Por la actitud pusilánime de los ministros era evidente que no estaban dispuestos a investigar la desaparición de Andrés Nin demasiado a fondo. Así lo ha confirmado Vidarte, subsecretario de Gobernación, según el cual, Morón “se destapó” cuando dijo a Zugazagoitia: “Ya que el presidente [Negrín] está empeñado en conocer la verdad, podéis decirle que la verdad es ésta: el secuestro de Andrés Nin ha sido planeado por el italiano [Vittorio] Codovila, el comandante Carlos [Vittorio Vidali], Togliatti y los directivos del Partido Comunista entre ellos Pepe Díaz [secretario del partido]. La orden de atormentarle ha sido dada por Orlov... Dile esto a Negrín y si quiere que los detenga, los meto en la cárcel mañana mismo. El ministro se quedó perplejo. Naturalmente, teniendo en cuenta el alcance político que podían tener estas detenciones, se abstuvo de emitir juicio alguno. Sin duda se lo debió comunicar inmediatamente al doctor [Negrín] y no se volvió a hablar de responsabilidades por el secuestro o el asesinato de Andrés Nin. Ahí quedó todo”.
La renuencia del ministro de Gobernación y de otros miembros del gobierno a actuar enérgicamente demuestra que, pese a su indignación inicial por la desaparición de Nin, no deseaban llevar la investigación hasta las últimas consecuencias – la denuncia de Alexander Orlov y sus estrechos colaboradores – por temor a enemistarse con la Unión Soviética, su único proveedor de armas y depositario del oro español. Es posible que, como afirmó Prieto posteriormente, cuando Zugazagoitia inició la investigación de la desaparición de Nin y ”estaba a punto de descubrirse la bochornosa verdad... Negrín ordenó suspender las averiguaciones”, pero no es menos cierto que el primer ministro sólo manifestaba el ambiente sumiso e inoperante que paralizaba al gabinete. Pocas semanas después, el 14 de agosto, el ministro de Gobernación trató de silenciar las críticas de la prensa a la Unión Soviética con una seria advertencia de la que se desprendía que el gobierno nunca investigaría a fondo la desaparición de Nin ni denunciaría su autoría soviética.
En este punto, cabe preguntarse: ¿qué efecto tuvo la represión de la CNT-FAI y del POUM y la liquidación de Largo Caballero sobre la marcha de la guerra? La respuesta la da Fernando Claudín, destacado miembro del PCE durante treinta años, y más tarde uno de los principales analistas y críticos de su política: ”Al cumplir las directivas de Moscú de eliminar a Largo Caballero de la jefatura del gobierno y de desencadenar la represión contra el POUM, el PCE asumió la responsabilidad de profundizar la división en el campo obrero y popular, lo cual debilitó considerablemente la capacidad combativa de la República”.
Según se aproximaba el día del proceso, los comunistas españoles intensificaron sus esfuerzos por influir en el curso de la justicia. ”Se recogen firmas en las fábricas y talleres, en los cafés, en los medios oficiales, pidiendo la pena de muerte – escribe Julián Gorkín, uno de los acusados –. También se recogen firmas en los frentes. A los oficiales y soldados que se niegan a firmar se les amenaza con las peores represalias.” En esta campaña, los comunistas contaron con la ayuda de un libro muy difundido, Espionaje en España, supuestamente escrito por cierto Max Rieger y publicado en España y en Francia poco antes del proceso con objeto, en palabras de Jordi Arquer, otro de los acusados, de ”preparar al público para nuestra culpabilidad y para la necesidad de un castigo ejemplar”. El conocido intelectual católico disidente José Bergamín distinguió el libro con un prólogo en el que describía al POUM como una organización de espías perteneciente a la internacional fascista en España” .
El autor del libro, que fue traducido al francés por el famoso escritor Jean Cassou, considerado en aquella época un comunista “regimentado”, y publicado por Denoél, era totalmente desconocido y nunca se le llegó a identificar. El periódico comunista Frente Rojo se refería a él simplemente como un “trabajador socialista” que había luchado en las Brigadas Internacionales. Pero el contenido del libro no deja lugar a dudas de que era obra de la NKVD con la participación del PCE y de que Bergamín sabía exactamente el papel que estaba jugando. ”Una de las especies más peligrosas de los enemigos de la revolución y el socialismo – decía Spartacus, un periódico socialista de izquierda publicado en Alicante –... son los católicos disfrazados de ”cristianos de espíritu avanzado y libres de prejui cios”.. Y uno de los más destacados elementos de esta clase, en España, es José Bergamín”.
La estrecha relación de Bergamín con los comunistas españoles, de quienes estaba rodeado cuando emigró a Méjico en 1939, parece indicar que fue uno de los precursores de la Teología de la Liberación que apareció en Latinoamérica muchos años después. Su importancia para los comunistas puede apreciarse en una carta que Constancia de la Mora, miembro del PCE, envió a Eleanor Roosevelt en julio de 1939, en la que elogiaba las actividades culturales de Bergamín en Méjico. Estas mostraban cómo podía mantenerse viva “la verdadera tradición de la cultura española”, que era “esencialmente democrática”. […].
A pesar de las presiones sobre los jueces, las acusaciones de espionaje y deserción de la XIX División poumista en el frente de Aragón durante los sucesos de mayo fueron rechazadas. No había pruebas, decía la sentencia, de que los acusados hubieran proporcionado al enemigo información de algún tipo sobre los frentes o la retaguardia. ”En cambio – continuaba – se desprende de lo actuado que todos tienen una marcada significación antifascista, que han contribuido con sus esfuerzos a la lucha contra la sublevación militar y que la actuación que queda expresada respondía únicamente al propósito de superar la República democrática e instaurar sus propias concepciones sociales.”29 Esta memorable sentencia demuestra que había jueces que no cedieron completamente a las intimidaciones.
Varios factores contribuyeron a absolver al POUM de la acusación de espionaje:
1. La falsedad manifiesta de los documentos, particularmente del que tenía el mensaje con una “N” en tinta simpática, que hicieron una burla del proceso. Jesús Hernández, miembro del buró político en aquellos momentos, afirma que “El proceso que se siguió contra los demás dirigentes del POUM fue una grosera comedia montada sobre papeles falsificados y declaraciones arrancadas a miserables espías de Franco, a quienes se prometía salvar la vida (después eran fusilados) si declaraban que habían mantenido contacto con los hombres del POUM... Las “pruebas”, en cuya ”elaboración” documental intervino muy activamente W. Roces [Wenceslao Roces, subsecretario de Educación]31, resultaron tan huecas y falsas que ninguno de ellos pudo ser llevado al paredón de ejecución.”
2. El testimonio favorable de Araquistáin, Caballero, Irujo, Montseny y Zugazagoitia.
3. La valerosa defensa de los acusados.
4. El hecho de que la NKVD no hubiera logrado arrancar una confesión a Andrés Nin. Wile-baldo Solano, secretario de la organización juvenil del POUM y posteriormente secretario del partido en el exilio, ha señalado la importancia de este factor: “La resistencia de Nin a sus eje-cutores desbarató los planes de la GPU [NKVD] y sus colaboradores españoles. Una ‘confesión’ de Nin habría creado una situación dramática para el POUM y sus dirigentes encarce-lados, pues habría permitido a la NKVD actuar como en la URSS y mostrar al mundo que en España también había ‘traidores trotskistas que reconocían sus crímenes’... Pero gracias al heroico sacrificio de Nin, no se pudo organizar en España un ‘proceso de Moscú’”.
Aunque los dirigentes del POUM fueron absueltos de las acusaciones de espionaje y deserción, fueron sentenciados a varias condenas de prisión por su participación en los sucesos de mayo. Enrique Adroher, Juan Andrade, Pedro Bonet y Julián Gorkín fueron sentenciados a quince años de prisión por intentar aprovechar el “movimiento rebelde” “para poner en ejecución sus propósitos de adueñarse del poder... y para instaurar el régimen social, económico y político que propugnan”, mientras que Jordi Arquer, comisario político de la XIX División, fue sentenciado a once años de prisión. Aunque no participó en los sucesos de Barcelona, la sentencia decía que “siguió idéntica conducta que sus compañeros del Comité Ejecutivo del POUM, para preparar y aprovechar todo movimiento que pudiera servir para desarrollar el programa revolucionario del Partido”. Dos de los acusados fueron absueltos y el partido, así como su organización juvenil (JCI), que ya no funcionaban legalmente desde hacía mucho, quedaron disueltos oficialmente. Los amigos extranjeros del POUM intentaron recurrir contra las sentencias, pero Barcelona cayó tres meses después y los presos lograron escapar a Francia.
La sentencia fue una victoria moral y política para los dirigentes del POUM, pues decía claramente que todos eran de “marcada significación antifascista” y que no había pruebas de que hubieran proporcionado información al enemigo. En opinión de Gorkín, la sentencia fue de compromiso, como se manifestó en las palabras del ministro de Justicia: “De ponerlos en libertad, hubieran sido asesinados en la calle por la NKVD ¡Ya hay bastante con el escándalo Nin!”
Evidentemente, los partidarios extranjeros del POUM estaban exultan-tes con el desenlace del proceso. ”¿[Dónde] deja todo esto a los artistas de la difamación estalinistas? – preguntaba Workers’ Age –. Durante un año y medio la propaganda estalinista ha estado repitiendo que el POUM era una organización “trotskista-fascista” ”que actúa en colaboración con la Gestapo”. Se han inventado “cargos” deliberadamente, con todo descaro se han fabricado ”pruebas” de la nada y se las ha hecho circular por todo el mundo en miles de columnas de periódicos y miles de folletos. Y ahora, el POUM ha sido absuelto de esos ”cargos” y las ”pruebas” mismas han sido rechazadas por el tribunal, por un tribunal del gobierno de Negrín. ¿Qué dirán ahora los estalinistas? ¿Retirarán sus vergonzosas calumnias contra el POUM?... ¿O continuarán – como tenemos motivos para creer – su campaña a pesar de todo lo que ha ocurrido?”
El resultado del proceso fue enojoso para la Komintern, como se manifiesta en la actitud de Togliatti, que, en un informe a Moscú, lo calificaba de “escandaloso” porque no se había dictado ”ninguna condena seria”. También fue una profunda decepción para el PCE, pero hizo frente a la situación lo mejor que pudo no publicando la sentencia y durante las últimas semanas de la guerra y en los años del exilio continuó tachando a sus adversarios de agentes ”trotskistas” y ”traidores” a sueldo del general Franco.
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