Se afirma por parte de los conservadores todos que la juventud no sabe lo que quiere. Mayor estupidez no cabe. El hecho de que la juventud tenga en cuenta las lecciones de los maestros, no indica incapacidad, ya que revela clarividencia y reconocimiento. Pero el maestro es una cosa valiosa y el capitán Araña algo muy distinto. No hay que equivocarse al respecto. No estamos ni estaremos hechos nunca para el Mal. Esta sociedad, yendo en automóvil o caminando como olvidado peatón, nos aburre. Es la inmensa sociedad del asco. Queremos liberarnos de la muerte a plazos. Odiamos el látigo del comisario como la coz del policía. Estamos hasta la coronilla de los desatinos del que manda y de los crímenes del que gobierna.
Nuestra rebeldía se convierte en protesta multitudinaria cuando la calamidad estatal no nos deja vivir. Maldita sea la soberbia del grande y la insolencia del mediocre. La vida es demasiado larga para que la confiemos a los usureros que nos roban o a los verdugos que nos asesinan más o menos lentamente. Vivir es lo que al fin queremos. Y vivir como hombres libres. Tal es el grito de una juventud sin historia, pero llena de naturaleza viviente, que quiere escribir la páginas más bellas de la vida con libertad y dignidad.