"The architect's dream", Thomas Cole
"Estamos obligados a dedicar capítulo aparte al anarquismo en España, no sólo por el hecho de que el libro se publica en nuestro país, sino porque, por razones que son y probablemente serán misteriosas, es en España donde, desde el primer día que hubo una formulación clara y concreta del anarquismo, éste adquirió más base popular, más arraigo e influencia que en el resto del mundo.
Los que han examinado el fenómeno con visión simplista, han deducido que prendió antes y mejor en España porque era nuestro país, en el siglo XIX, uno de los países pobres de Europa. Pero les desconcierta el hecho de que fuera en Cataluña, región tradicionalmente próspera y la más avanzada de España en todos los sentidos, donde primero se constituyeron grupos anarquistas y donde la idealidad libertaria adquirió antes prestigio e influencia.
Y es que, en realidad, el anarquismo nada tiene que ver con el estado de atraso ni de miseria de los pueblos. Es una toma de conciencia individual que lo mismo puede producirse en el campesino iletrado que en el obrero rebelde, que en el intelectual o el aristócrata inquieto y atormentado por el problema de la justicia y de la felicidad entre los hombres. Y es precisamente hasta en las regiones más pobres, entre los hombres más ilustrados, más capaces, donde se manifiesta primero la simpatía y después la adhesión al anarquismo".
Frederica Montseny
Qué es el anarquismo
"Looking Down Yosemite Valley", Albert Biertstadt
"Fue, la Revolución española, algo más avanzado e importante, por el alcance de sus realizaciones, que la revolución rusa de 1917. Y fue éste su gran pecado, la causa principal que las democracias abandonaran a España, prefiriendo el triunfo del fascismo en nuestro país que la extensión de una revolución peligrosa para los intereses capitalistas, y fue también por esa causa por lo que los rusos, al no poder conformar la revolución española dentro de los cánones del comunismo de Estado, la abandonasen también. Todo tenía que hacerse dentro de la concepción autoritaria. Un pueblo rebelde, que osaba practicar la autogestión libertaria, que prescindía del Estado y demostraba con hechos que era posible vivir, trabajar, organizarse local, comarcal y regionalmente por el principio federativo y oponiéndose a todo centralismo y a toda burocracia estadista, a toda nueva casta dirigente, no debía prosperar. Ellos también preferían el triunfo del fascismo franquista-, al peligroso ejemplo dado al proletariado mundial por los obreros españoles.
No está en mi ánimo, dado lo reducido de este volumen, hacer un largo análisis de la Revolución española. Se ha escrito ya mucho sobre ella. Críticos y exegetas han proyectado su linterna sobre cuánto vivió España entre el 18 de julio de 1936 y el 5 de marzo de 1939. Aún no hemos terminado de dar explicaciones sobre los errores o los aciertos de aquellos días. Los que deseen documentarse sobre lo realizado, deben leer «Colectivizaciones: La obra constructiva de la Revolución española», de la que se han hecho varias ediciones y seguramente se harán muchas más.
Alfonso Miguel, Lola Iturbe, Prudhom Garbo, Emma Goldmann, Martín Gudell, Pedro Herrera, Juan Manel Molina y Gregorio Jover, en Barcelona, 1937. En todo caso, lo ocurrido en España en 1936 y años siguientes marca un hito importante en la historia universal del anarquismo. Fue la primera vez que las ideas de Proudhon y de Bakunin pasaron por la prueba del fuego de la práctica y no fracasaron, pese a la cantidad de obstáculos que se pusieron a ese ensayo y a la cantidad de enemigos que tuvieron esas realizaciones en las propias filas del antifascismo español.
Y cabe decir, también, que esas realizaciones no tan sólo no significaron dificultad para la lucha contra el fascismo, sino que es gracias a ellas que este combate pudo sostenerse. Baste, como sólo ejemplo, entre mil, la organización de las Industrias de Guerra, que paliaron a la imposibilidad de adquirir material bélico destinado a la República española. Las democracias fueron los artífices de la No Intervención y Roosevelt —no podremos olvidarlo nunca— el que decretó el embargo de todas las armas destinadas a la España antifascista, mientras nada se hacía para evitar el abastecimiento en material bélico por parte de Italia y Alemania, que no regatearon su ayuda a Franco y los suyos".
"Jesucrist per Sant Joan de la Creu", Salvador Dalí
"En España existe, por otra parte, una larga tradición rebelde y libertaria, que nos viene de la Edad Media y que se engarza en la mezcla de razas y en la propia geografía. El español es anarquista por temperamento, por carácter, por fiereza, por amor a la libertad, por independencia y porque, confusamente, siempre ha sabido o intuido que sólo en un orden social como lo conciben los anarquistas se sentirá bien y conseguirá realizarlo plenamente. Sin entregarnos a ninguna euforia de tipo racista, Hemos de decir, sin embargo, que antes incluso de que llegaran a España las ideas anarquistas claramente formuladas en la obra de Proudhon, traducido al español por Pi y Margall, había ya aparecido en España un primer periódico anarquista en 1845: «El Porvenir», que editaron Ramón de la Sagra Peris y Antolín Faraldo. Este periódico apareció en Santiago de Compostela y fue suprimido por un decreto del general Narváez. Ramón de la Sagra, su redactor principal, es el primer anarquista que hubo en España. Las obras de Proudhon no fueron traducidas por Pi y Margall más que en 1854.
Por lo demás, Ramón de la Sagra, emigrado a París víctima de la persecución de Narváez, se unió a Proudhon y le ayudó a fundar su «Banca del Pueblo». No es un secreto para nadie que cuando llegó a España Fanelli, para fundar la Sección Española de la Primera Internacional, en España existían ya grupos anarquistas, compuestos por individualidades que trabajaban en diversos sentidos, fundando Fomentos de las Artes, Centros de cultura o dedicándose a otras muchas actividades propagandísticas y culturales. Como existían ya las llamadas Sociedades Obreras de Resistencia al capital, que fueron los primeros núcleos organizados de la Internacional.
Por lo demás, la mayor parte de los federales de la época como Joarizti, Bohórquez, Pi y Margall y tantos otros, sintieron simpatías por el anarquismo, y su concepción de la República por la que combatían difería mucho de lo que fue la proclamada en 1871 y que tan efímera vida tuvo".
El anarquismo español poseyó desde sus orígenes, muchos y muy interesantes hombres, en los que se confundieron todas las clases sociales, desde médicos como los doctores Soriano, García Viñas, y Gaspar Sentiñón, a obreros tipógrafos como Anselmo Lorenzo y Rafael Farga Pellicer, pasando por campesinos ilustrados como Francisco Rubio, de Montejaque. Estos hombres, desde el primer día, hicieron suya la convicción de Bakunin de que era entre los trabajadores donde debían sembrarse las ideas libertarias porque era la fuerza del proletariado organizado la sola que podría, en un mañana que se esforzaban de aproximar lo más posible, destruir la sociedad capitalista e instaurar una sociedad sin clases. De ahí que las figuras más señeras del movimiento obrero, lo mismo antes de la Internacional que después de ella, actuaron entre los trabajadores y se confundieron con ellos.
Más tarde, esta posición, históricamente sostenida durante medio siglo, fue definida con el nombre de anarco-sindicalismo. Otro fenómeno curioso y que debe ser destacado, cuando del anarquismo en España se habla, es que, así como en los demás países la preocupación por las formas de organización de la sociedad no acostumbraba a ser motivo ni tema de discusión en Congresos, en España constantemente ello les preocupaba...
Quizá porque es el país donde más cerca y más viable hemos visto la realización de una sociedad libertaria, por su impregnación del ambiente y porque las propias evoluciones de su historia en diversos momentos nos han hecho esperar un cambio posible. Quizá esto explica también el encarnizamiento con que han sido en España perseguidos los anarquistas, a lo largo del siglo XIX y en todo lo que va del XX. Las clases poseedoras han tenido conciencia de que en el anarquismo residía un peligro de destrucción de sus privilegios y que los métodos y tácticas del mismo convertirían a la clase obrera en un formidable instrumento de combate. Por lo demás, los obreros comprendieron muy bien que sólo las tácticas y los principios imprimidos por la influencia libertaria en el movimiento obrero, podían acelerar la emancipación de los trabajadores, que según el lema de la Primera Internacional, sólo puede ser obra de los trabajadores mismos...
Esto explica igualmente la tenacidad con que han renacido las organizaciones obreras destruidas por las persecuciones y cómo de nuevo, fielmente, los trabajadores las han poblado con su presencia. Tantas veces como fue disuelta la Federación de Trabajadores, que sucedió a la Sección española de la Primera Internacional, fue reconstituida. Cuando, en 1910, este movimiento obrero, numerosas veces aniquilado, se articuló nacionalmente con el nombre de C. N. T., ¡cuántas veces fue también juzgado muerto! Como nueva Ave Fénix, renació siempre de sus cenizas, no faltando nunca en sus filas los que habían sido y continuaban siendo sus orientadores, los que, confundidos con los trabajadores, alentaban el espíritu de protesta y conseguían mejoras en la condición de los explotados.
"Es evidente que la teoría anarquista no surgió de una pieza, armada y presta a formularse, de una sola cabeza. Hasta llegar a la formulación de un Godwin, de un Proudhon, a la tesis polémica de un Bakunin, pasó por, un largo período de maduración que se extiende desde los filósofos griegos, el pensamiento chino de Lao Tsé hasta nuestros días, pasando por la Edad Media, el Siglo de Oro español, el Renacimiento italiano, la Revolución francesa, sin olvidar las agitaciones sociales del siglo XIX en Rusia, Italia, España, Francia, Alemania y la aportación de los economistas ingleses. Sócrates, Heráclito, Demócrito, Epicuro, Epicteto, Diógenes, Platón, Aristóteles, en el conjunto de su concepción filosófica aparecen ideas sobre el hombre, la vida, las pasiones, la sociedad, en las que hay atisbos de crítica común a lo que más tarde debía ser pensamiento anarquista. En los primeros apóstoles del cristianismo, así como en Jesús, tal como nos lo muestran los pensadores que lo han estudiado como revolucionario y como hombre, las formulaciones aparecen aún más claras. En la propia Edad Media, calificada como período de máximo oscurantismo, fueron numerosos los pensadores que expusieron teorías audaces, demoledoras, socialmente hablando. En nuestro Siglo de Oro, el pensamiento ya se afina y se perfila. Baste sólo recordar el Discurso a los pastores del inmortal Cervantes.
Rabelais, Montaigne, Restif de la Bretonne, aportaron ya ideas concretas. El «Haz lo que quieras» rabelaisiano, inscrito en el pórtico de la abadía de Theléme, es todo un poema y todo un programa. En las Utopías aparecidas por esa época —«La Ciudad del Sol», de Campanella y la «Utopía», de Tomás Moro— por el contrario, la obsesión autoritaria aparece muy presente. Pero, en cambio, en obras literarias del Renacimiento italiano, y sobre todo en las personas y el pensamiento de algunos de sus hombres —Vanini, Leonardo de Vinci, Giordano Bruno, Miguel Servet, Luis Vives, San Juan de la Cruz, por no citar más que algunos— se muestran las aspiraciones a la libertad, la concepción de un hombre en plena posesión de sus derechos individuales y deseando la justicia, la igualdad, la fraternidad sobre la tierra.
Pero es en el siglo XVIII, antes y durante la Revolución francesa, como las ideas más definidamente libertarias florecen y se manifiestan. Los llamados enciclopedistas y los hombres que prepararon en las conciencias la Revolución, llevaban ya en ellos las fórmulas que más tarde expresaran con mayor coordinación y fuerza, Proudhon en Francia, Pi y Margall en España. La aparición del famoso libro de Godwin «Investigación sobre la justicia política» y de la primera Declaración de los Derechos del Hombre de Paine, son ya considerados formando parte de los clásicos del anarquismo. En ellos, y en Coeurderoy, Rousseau, La Boetie, Bellegarrigue y Dejacques,1 encontraron Proudhon y Bakunin principios y críticas por ellos ampliados y profundizados.
En los años II, III y IV de la Revolución francesa, cuando se escribe y se pronuncia por primera vez la palabra «anarquistas», como sinónimo de hombres con un pensamiento social y político revolucionario. El grupo de Los Iguales, Babeuf y sus amigos, fueron calificados de «anarquistas». Hubo incluso un joven barón alemán, Clotz, subyugado por los principios de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución, que los hizo suyos y que transformó su nombre patronímico convirtiéndolo en Anarchasis. No es posible tampoco pasar sin citar la aportación al anarquismo de los individualistas americanos, sobre todo de Thoreau, Mackay, Tucker y Warren, que tanto contribuyeron a la evolución de la literatura y del pensamiento americano. No hay que olvidar que en un momento dado, hasta políticos como Jefferson, sintieron simpatía por el anarquismo. Ello explica el auge obtenido en Estados Unidos por el Movimiento Libertario, que llevó a la burguesía americana a buscar el pretexto para destruir la serie de organizaciones de grupos y de periódicos que existían en U. S. A. en los años 1880. El pretexto fue la huelga en la fábrica MacCormick de Chicago, la bomba arrojada contra la policía, obra probablemente de un agente provocador, el arresto y condena a muerte de los mártires de Chicago que dio origen al 1. ° de Mayo en 1886.
Figura señera del movimiento y de la literatura anarquista americana fue una mujer, muerta desgraciadamente muy pronto, Voltaire de Cleyre, hija de emigrados franceses y cuyo aporte como escritora y como poetisa es inestimable. En otro capítulo de este estudio, al tratar del anarquismo internacional desde la Revolución rusa de 1917 a la Revolución española de 1936, hablaremos de otra mujer excepcional, Emma Goldmann. Aunque de origen ruso, la mayor parte de la vida de Emma Goldmann y del que fue su compañero, Alejandro Berkman, transcurrió en Norteamérica.
En Estados Unidos, como obra extraordinaria y perdurable, se citará siempre lo que fueron las joyas tipográficas, realizadas por un hombre que editó con amor y arte exquisito diferentes obras maestras de la literatura libertaria universal y singularmente de Thoreau, Kropotkin, Reclus y Voltairine de Cleyre: Joseph Ishill, fundador de la célebre colección «Prensa de la Oropéndola». Nettlau lo admiraba profundamente y a la obra de Ishill dedicó un escrito".
El anarquismo español poseyó desde sus orígenes, muchos y muy interesantes hombres, en los que se confundieron todas las clases sociales, desde médicos como los doctores Soriano, García Viñas, y Gaspar Sentiñón, a obreros tipógrafos como Anselmo Lorenzo y Rafael Farga Pellicer, pasando por campesinos ilustrados como Francisco Rubio, de Montejaque. Estos hombres, desde el primer día, hicieron suya la convicción de Bakunin de que era entre los trabajadores donde debían sembrarse las ideas libertarias porque era la fuerza del proletariado organizado la sola que podría, en un mañana que se esforzaban de aproximar lo más posible, destruir la sociedad capitalista e instaurar una sociedad sin clases. De ahí que las figuras más señeras del movimiento obrero, lo mismo antes de la Internacional que después de ella, actuaron entre los trabajadores y se confundieron con ellos.
Más tarde, esta posición, históricamente sostenida durante medio siglo, fue definida con el nombre de anarco-sindicalismo. Otro fenómeno curioso y que debe ser destacado, cuando del anarquismo en España se habla, es que, así como en los demás países la preocupación por las formas de organización de la sociedad no acostumbraba a ser motivo ni tema de discusión en Congresos, en España constantemente ello les preocupaba...
Quizá porque es el país donde más cerca y más viable hemos visto la realización de una sociedad libertaria, por su impregnación del ambiente y porque las propias evoluciones de su historia en diversos momentos nos han hecho esperar un cambio posible. Quizá esto explica también el encarnizamiento con que han sido en España perseguidos los anarquistas, a lo largo del siglo XIX y en todo lo que va del XX. Las clases poseedoras han tenido conciencia de que en el anarquismo residía un peligro de destrucción de sus privilegios y que los métodos y tácticas del mismo convertirían a la clase obrera en un formidable instrumento de combate. Por lo demás, los obreros comprendieron muy bien que sólo las tácticas y los principios imprimidos por la influencia libertaria en el movimiento obrero, podían acelerar la emancipación de los trabajadores, que según el lema de la Primera Internacional, sólo puede ser obra de los trabajadores mismos...
Esto explica igualmente la tenacidad con que han renacido las organizaciones obreras destruidas por las persecuciones y cómo de nuevo, fielmente, los trabajadores las han poblado con su presencia. Tantas veces como fue disuelta la Federación de Trabajadores, que sucedió a la Sección española de la Primera Internacional, fue reconstituida. Cuando, en 1910, este movimiento obrero, numerosas veces aniquilado, se articuló nacionalmente con el nombre de C. N. T., ¡cuántas veces fue también juzgado muerto! Como nueva Ave Fénix, renació siempre de sus cenizas, no faltando nunca en sus filas los que habían sido y continuaban siendo sus orientadores, los que, confundidos con los trabajadores, alentaban el espíritu de protesta y conseguían mejoras en la condición de los explotados.
"Es evidente que la teoría anarquista no surgió de una pieza, armada y presta a formularse, de una sola cabeza. Hasta llegar a la formulación de un Godwin, de un Proudhon, a la tesis polémica de un Bakunin, pasó por, un largo período de maduración que se extiende desde los filósofos griegos, el pensamiento chino de Lao Tsé hasta nuestros días, pasando por la Edad Media, el Siglo de Oro español, el Renacimiento italiano, la Revolución francesa, sin olvidar las agitaciones sociales del siglo XIX en Rusia, Italia, España, Francia, Alemania y la aportación de los economistas ingleses. Sócrates, Heráclito, Demócrito, Epicuro, Epicteto, Diógenes, Platón, Aristóteles, en el conjunto de su concepción filosófica aparecen ideas sobre el hombre, la vida, las pasiones, la sociedad, en las que hay atisbos de crítica común a lo que más tarde debía ser pensamiento anarquista. En los primeros apóstoles del cristianismo, así como en Jesús, tal como nos lo muestran los pensadores que lo han estudiado como revolucionario y como hombre, las formulaciones aparecen aún más claras. En la propia Edad Media, calificada como período de máximo oscurantismo, fueron numerosos los pensadores que expusieron teorías audaces, demoledoras, socialmente hablando. En nuestro Siglo de Oro, el pensamiento ya se afina y se perfila. Baste sólo recordar el Discurso a los pastores del inmortal Cervantes.
Rabelais, Montaigne, Restif de la Bretonne, aportaron ya ideas concretas. El «Haz lo que quieras» rabelaisiano, inscrito en el pórtico de la abadía de Theléme, es todo un poema y todo un programa. En las Utopías aparecidas por esa época —«La Ciudad del Sol», de Campanella y la «Utopía», de Tomás Moro— por el contrario, la obsesión autoritaria aparece muy presente. Pero, en cambio, en obras literarias del Renacimiento italiano, y sobre todo en las personas y el pensamiento de algunos de sus hombres —Vanini, Leonardo de Vinci, Giordano Bruno, Miguel Servet, Luis Vives, San Juan de la Cruz, por no citar más que algunos— se muestran las aspiraciones a la libertad, la concepción de un hombre en plena posesión de sus derechos individuales y deseando la justicia, la igualdad, la fraternidad sobre la tierra.
Pero es en el siglo XVIII, antes y durante la Revolución francesa, como las ideas más definidamente libertarias florecen y se manifiestan. Los llamados enciclopedistas y los hombres que prepararon en las conciencias la Revolución, llevaban ya en ellos las fórmulas que más tarde expresaran con mayor coordinación y fuerza, Proudhon en Francia, Pi y Margall en España. La aparición del famoso libro de Godwin «Investigación sobre la justicia política» y de la primera Declaración de los Derechos del Hombre de Paine, son ya considerados formando parte de los clásicos del anarquismo. En ellos, y en Coeurderoy, Rousseau, La Boetie, Bellegarrigue y Dejacques,1 encontraron Proudhon y Bakunin principios y críticas por ellos ampliados y profundizados.
En los años II, III y IV de la Revolución francesa, cuando se escribe y se pronuncia por primera vez la palabra «anarquistas», como sinónimo de hombres con un pensamiento social y político revolucionario. El grupo de Los Iguales, Babeuf y sus amigos, fueron calificados de «anarquistas». Hubo incluso un joven barón alemán, Clotz, subyugado por los principios de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución, que los hizo suyos y que transformó su nombre patronímico convirtiéndolo en Anarchasis. No es posible tampoco pasar sin citar la aportación al anarquismo de los individualistas americanos, sobre todo de Thoreau, Mackay, Tucker y Warren, que tanto contribuyeron a la evolución de la literatura y del pensamiento americano. No hay que olvidar que en un momento dado, hasta políticos como Jefferson, sintieron simpatía por el anarquismo. Ello explica el auge obtenido en Estados Unidos por el Movimiento Libertario, que llevó a la burguesía americana a buscar el pretexto para destruir la serie de organizaciones de grupos y de periódicos que existían en U. S. A. en los años 1880. El pretexto fue la huelga en la fábrica MacCormick de Chicago, la bomba arrojada contra la policía, obra probablemente de un agente provocador, el arresto y condena a muerte de los mártires de Chicago que dio origen al 1. ° de Mayo en 1886.
Figura señera del movimiento y de la literatura anarquista americana fue una mujer, muerta desgraciadamente muy pronto, Voltaire de Cleyre, hija de emigrados franceses y cuyo aporte como escritora y como poetisa es inestimable. En otro capítulo de este estudio, al tratar del anarquismo internacional desde la Revolución rusa de 1917 a la Revolución española de 1936, hablaremos de otra mujer excepcional, Emma Goldmann. Aunque de origen ruso, la mayor parte de la vida de Emma Goldmann y del que fue su compañero, Alejandro Berkman, transcurrió en Norteamérica.
En Estados Unidos, como obra extraordinaria y perdurable, se citará siempre lo que fueron las joyas tipográficas, realizadas por un hombre que editó con amor y arte exquisito diferentes obras maestras de la literatura libertaria universal y singularmente de Thoreau, Kropotkin, Reclus y Voltairine de Cleyre: Joseph Ishill, fundador de la célebre colección «Prensa de la Oropéndola». Nettlau lo admiraba profundamente y a la obra de Ishill dedicó un escrito".
Frederica Montseny
Qué es el anarquismo
Estupendo articulo compañero¡¡¡
ResponderEliminarLas raices libertarias en este pais son imposible de arrancar, ningun sistema autoritario, sea del color ke sea podrá con esta mentalidad FUERTE como un roble.........Un Abrazo, SALUD y LIBERTAD¡¡¡