Artículo "Melchor Rodríguez y Los Libertos",
de Alfonso Domingo, publicado en la revista Germinal
Melchor Rodríguez García es una de las figuras más representativas de una corriente anarquista que tuvo en la guerra civil la prueba más dura a la que se puede enfrentar un libertario: defender la vida de sus enemigos acérrimos, de aquellos que seguramente no dudarían –y no dudaron- en liquidar sin remordimientos a sus oponentes obreros. Esta corriente, el anarquismo humanista, tuvo arraigo en varios grupos ácratas de Madrid, entre ellos Los Libertos, el grupo al que perteneció Melchor desde sus inicios en la FAI. Exnovillero, oficial chapista y activo sindicalista, fue el responsable de las prisiones republicanas entre noviembre de 1936 y marzo de 1937 y posteriormente, hasta el final de la contienda, concejal de cementerios de Madrid. Como representante del consistorio madrileño, le cupo la tarea de entregar la ciudad de Madrid a los nacionales el 28 de marzo de 1939.
Es cierto que no sólo fue Melchor Rodríguez el que salvó la vida a miles de personas en el Madrid asediado por las tropas franquistas. Y que su labor fue propiciada por muchos dentro del anarquismo y fuera de él –Colegio de Abogados, Tribunal Supremo, Cuerpo Diplomático-, pero sin su decidido carácter, sin su voluntad, su desprecio del peligro y sin unas firmes ideas en las que asentarse, Melchor no hubiera podido salvar a más de 10.200 personas –número de presos en las cárceles de Madrid-, además de haber refugiado en su casa a casi medio centenar y pasar a otras a Francia.
Para hacer muchas de estas cosas, y sobre todo para parar las “sacas” y los fusilamientos de Paracuellos, Melchor se apoyó en el grupo Los Libertos de la FAI. Uno de sus miembros, su gran amigo Celedonio Pérez, se desempeñó bajo el mandato de Melchor como director de la prisión de San Antón. Otros colaboraron con él en la incautación del palacio del Marqués de Viana, en la calle Duque de Rivas, donde buscaron refugio gente de lo más variopinto de Madrid: curas, oficiales del ejército, falangistas, propietarios de almonedas y pequeños industriales, dueños de los talleres y garajes donde había trabajado Melchor, funcionarios del Cuerpo de Prisiones, sus familias e incluso la amante de un exministro radical con su familia.