"En la historia, las aguas estancadas, sean las de la costumbre o las del despotismo, no toleran la vida; la vida depende de la agitación que realizan unos pocos individuos excéntricos. En homenaje a esa vida, a esa vitalidad, la comunidad debe aceptar ciertos riesgos, debe admitir una porción de herejía. Debe vivir peligrosamente, si es que quiere vivir.
La única respuesta es que el ineficaz sistema hoy existente beneficia a una pequeña minoría de personas que han acumulado suficiente poder para mantenerlo contra toda oposición. Ese poder adopta diversas formas -el poder del oro, el poder de la tradición, el poder de la inercia, el control de la información-, pero esencialmente es el poder de mantener a los demás en un estado de ignorancia. Si fuera posible sacudir la credulidad supersticiosa de las masas; si los fantásticos dogmas de los economistas pudieran ser puestos en evidencia; si el problema llegara a ser captado en toda su simplicidad y realismo por el más sencillo obrero y campesino, el sistema económico vigente no duraría un día más. La creación de un nuevo sistema económico llevaría algo más que el día siguiente; pero seria mejor empezar con una revolución como en España, que pasar por la lenta agonía de un llamado “periodo de transición”. Este periodo de transición no es más que una invención burocrática destinada a posponer lo inevitable".