miércoles, 5 de enero de 2011

La bancarrota fraudulenta del marxismo


Joachim von Ribbentrop y Vyacheslav Molotov sellan el pacto germano-soviético, ante el jolgorio de Stalin y Hitler y bajo la atenta mirada del fantasma de Lenin.

Estudio publicado por Eusebi Carbó i Carbó, anarquista de la CNT, en 1941, cuando la URSS del dictador Stalin y la Alemania de Hitler se repartían Europa. Publicamos el prólogo, y el enlace al estudio.

LA BANCARROTA FRAUDULENTA DEL MARXISMO

Eusebi Carbó i Carbó

“En la lucha contra las tendencias, las sectas, las escuelas o las banderías que consideramos erróneas o peligrosas para el futuro de esta humanidad estrangulada por la injusticia, es tan eficaz poner al descubierto, por medio de un análisis sereno y detenido, la falsedad de sus bases, como denunciar la mendacidad, o la insuficiencia de sus principales figuras representativas”.

“Repitamos al infinito, sin parar y sin cansarnos -probándolo de paso- que las bases del marxismo son falsas y conducen a normas cuartelarias que, lejos de emancipar al individuo, lo uncen al más espantoso de los yugos, destruyendo por la base toda posibilidad de rebeldía”.

Descargar el texto:

En la bibliografía libertaria de lengua española -tan copiosa en otros aspectos- abundan muy poco las críticas aceradas del marxismo. En cambio se han hecho de él en la tribuna pública vivisecciones notabilísimas. Es lástima que algunas conferencias a ese tema consagradas no se tomaran taquigráficamente para editarlas en folleto.

Convencidos sin duda de que el predominio que han alcanzado siempre en España las tendencias federalistas, bastaría para que las multitudes rechazaran de plano un centralismo que, además de repugnar a sus naturales inclinaciones, consagra las formas más salvajes de un despotismo que se cubre con la túnica de los intereses del proletariado, nuestros escritores lo combatieron a través de su propaganda general, pero sin dedicarle nunca atención preferente.

Todo parece indicar la conveniencia de que sea colmada esa laguna. Todo proclama la necesidad de que sea atendido hoy aquello que fue preterido ayer.

Los observadores más atentos -por muy distanciados que doctrinariamente estén de nosotros, y precisamente por ello tiene más positivo valor su juicio- se muestran convencidos de que al cataclismo que despedaza ahora los andamiajes de la organización política y económica de Europa, con evidentes repercusiones en todo el Universo, seguirá una conmoción tan amplia y tan profunda como las causas destinadas a engendrarla, y de un alcance que escapa actualmente a todas las previsiones.

Si tal previsión -que nosotros compartimos sin reservas- se confirma, las cosas pueden llegar a extremos insospechados.

Nunca los fermentos populares tuvieron raíces tan profundas. Nunca el odio al presente revistió las formas vivas que ahora. Nunca fue tan agudo el afán de poner término al malestar, a la miseria, al sometimiento, al sacrificio estéril.

Dos hechos fundamentales caracterizan el momento presente. Por una parte, el fracaso y la deshonra definitiva de todos los partidos que, sea cual fuere la bandera por ellos tremolada al viento, medran a la sombra de los antagonismos que engendran la guerra y refuerzan las ligaduras que al pueblo le son impuestas a punta de bayoneta. Por otra parte, la propensión de esas multitudes que el capitalismo explota y el Estado sojuzga, a secundar las más audaces tentativas. Bien es verdad que jamás -dígase lo que se diga- les fueron tan propicias las circunstancias, porque nunca fueron tampoco tan poderosos los estímulos.

Lo crisis, aguda, brutal, amenazadora, se acentúa de día en día. Y los cimientos del sistema se cuartean. Y quedan en pie, como una promesa y como una esperanza, las afirmaciones anarquistas.

Por lo mismo que no hay ocaso sin orto, al propio tiempo que se inicia el hundimiento del régimen forjado por la revolución de 1789-93, cuando los vasallos, cansados de llevar a cuestas la pesada cruz de su martirio cruento, pusieron término a las prerrogativas del feudalismo aristocrático, asoma ya en el horizonte de los destinos humanos la perspectiva de un nuevo ordenamiento.

Todo obliga a creer que se acerca la hora en que los proscriptas del goce y de la vida verán realizadas aquellas esperanzas alimentadas en el tumulto y en el silencio durante siglos.

El hecho mismo de que se vea obligada a recurrir a determinados procedimientos en una escala desconocida hasta la fecha, prueba que la omnipotencia de las oligarquías dominantes se bambolea. Ha perdido el equilibrio para siempre. En su afán de un poderío sin el cual no puede ya vivir, exacerba al infinito aquellos factores que están a punto de dictar contra ella una sentencia de muerte.

Es indudable que, llegado el momento, los rapsodas del Estado proletario tratarán de deslumbrar a los incautos. La teología estatal probará fortuna. Tratará de abrirse paso, empleando los indignos procedimientos de siempre. Y es preciso que nosotros, desde ahora, preparándonos con tiempo, le esterilicemos la vanguardia consciente el surco y la semilla.

Contamos con sobrados medios para ello.

Digámosles a los trabajadores lo que el marxismo significa y representa. Pongamos ante sus ojos los mil ejemplos que en todos los órdenes ofrece Rusia.

Demostrémosles que el marxismo se caracteriza por una concepción totalitaria del Estado, y que el totalitarismo, lo mismo si reviste la forma que se le da en Alemania y en Italia, que aquella que ha tomado en la “patria del proletariado”, no puede brindar a los miserables y a los esclavos otra cosa que privaciones y cadenas.

Pongamos de relieve ante sus ojos el verdadero significado de la alianza de Rusia con Alemania (1), hecho que, necesariamente, ha de repugnar de una manera invencible a toda consciencia honrada.

(1) Hitler y Stalin estaban todavía a partir un piñón en el momento de ser escrita la última página del presente trabajo .

Rasguemos los velos que ocultan a su mirada la infame conduela observada por los comunistas de todos los países en el curso de la guerra civil española.
Documentemos, por medio de hechos sin posible vuelta de hoja, la falsedad absoluta de la ayuda rusa a los antifascistas españoles, y la realidad del negocio escandaloso realizado en España por los secuaces de Stalin.

Repitamos al infinito, sin parar y sin cansarnos -probándolo de paso- que las bases del marxismo son falsas y conducen a normas cuartelarias que, lejos de emancipar al individuo, lo uncen al más espantoso de los yugos, destruyendo por la base toda posibilidad de rebeldía.

El momento es propicio para esa labor.

Si el deseado gesto -tan temido ahora en las altas esferas- se produce, los pueblos, medio aturdidos todavía por el estruendo del cataclismo que les ha puesto en pie, buscarán un norte. Importa preparar su ánimo para que, venciendo el último temor a las inexperiencias de lo desconocido, se dispongan a hacer suyo el que nosotros les ofrecemos.

La pugna entre nuestras tendencias y las de aquellos que han de obstinarse en atraer a los trabajadores a su órbita, es irreconciliable. Están colocadas las dos frente a frente, en una guerra sin cuartel.

Poniendo de relieve las aberraciones en que se apoyan todas las escuelas del socialismo autoritario, y en particular aquella alemana que lleva el nombre de Marx sin que nada pueda justificarlo, se consigue un doble objeto: restarle seguidores ciegos a la estúpida religión del Estado, y patentizar las bondades incuestionables y los fundamentos inconmovibles del socialismo anarquista.

Nosotros, convencidos de que ello responde a una necesidad imperiosa de la hora presente, abrimos la marcha. Que otros mejor preparados, si lo estiman oportuno, la sigan.

Eusebi C. Carbó

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