sábado, 18 de diciembre de 2010

El futur


Se afirma por parte de los conservadores todos que la juventud no sabe lo que quiere. Mayor estupidez no cabe. El hecho de que la juventud tenga en cuenta las lecciones de los maestros, no indica incapacidad, ya que revela clarividencia y reconocimiento. Pero el maestro es una cosa valiosa y el capitán Araña algo muy distinto. No hay que equivocarse al respecto. No estamos ni estaremos hechos nunca para el Mal. Esta sociedad, yendo en automóvil o caminando como olvidado peatón, nos aburre. Es la inmensa sociedad del asco. Queremos liberarnos de la muerte a plazos. Odiamos el látigo del comisario como la coz del policía. Estamos hasta la coronilla de los desatinos del que manda y de los crímenes del que gobierna.

Nuestra rebeldía se convierte en protesta multitudinaria cuando la calamidad estatal no nos deja vivir. Maldita sea la soberbia del grande y la insolencia del mediocre. La vida es demasiado larga para que la confiemos a los usureros que nos roban o a los verdugos que nos asesinan más o menos lentamente. Vivir es lo que al fin queremos. Y vivir como hombres libres. Tal es el grito de una juventud sin historia, pero llena de naturaleza viviente, que quiere escribir la páginas más bellas de la vida con libertad y dignidad. 

Se nos insulta y acusa  de quejumbre ideológica cuando decimos y proclamamos a los cuatro vientos "que todo va muy mal, que las estructuras presentes se hallan en crisis, que nada de lo actual debe pervivir". No somos tan insensatos para desconocer que algo de lo presente quedará en pie. Si queda lo podrido y lo malo, estamos perdidos. Ahora bien, si tenemos la suerte de salvar de la riada lo bueno que aún existe, podremos aprovechar lo conocido para crear lo que sentidamente deseamos. Y no es que prefiramos los suplicios que tenemos a los que ignoramos. Lo que queremos es que las generaciones futuras no pasen los males que hemos pasado y sufrido nosotros por culpa de la sociedad presente. Luego hay que acabar con la sociedad actual para que el hombre sobreviva y la justicia triunfe. 

El mundo presente marcha hacia el abismo sin que haya fuerza humana que lo detenga. Dos hombres sobre tres mueren de hambre y angustia. La plaga de la ignorancia reina por doquier. En la era de la cibernética y de los descubrimientos espaciales, el analfabetismo crece de la misma manera que la expansión demográfica. El colonialismo nacionalista ha sido sustituido por el colonialismo político-estatal. El hombre, gracias a las leyes de ocupación y de prevención, es un extraño en su propio suelo, un desconocido en su territorio, un extranjero en su tierra.

Del triunfo del racismo con Hitler hemos pasado a la "revolución cultural" de Mao Tse-Tung. Los procesos de Moscú, donde los revolucionarios se acusaban de traidores, nos han llevado a la vergonzosa represión de Hungría, al crimen de lesa ideología cometido contra Checoslovaquia. Verdad es que Mussolini fue colgado por los pies, mientras el Vaticano seguía admirando y sosteniendo a Franco. [...].

No se trata de cambiar para empeorar, sino para mejorar las condiciones de vida del hombre, de todos los hombres. Mientras los conservadores entienden que este mundo de migajas es maravilloso, los revolucionarios afirmamos que sólo mediante la destrucción de la sociedad capitalista y estatal podremos conseguir la renovación total de la mentalidad del hombre, cuya vida hecha para la libertad no debe ser traicionada. 

El revolucionario es un destructor porque es, a la vez, un constructor del Mundo Nuevo. Arranca la cizaña; pero en el surco limpio deposita la simiente del grano de trigo portador del pan futuro que es alimento para todos.   

 Ramón Liarte Viu
La CNT y el federalismo de los pueblos de España

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