martes, 21 de diciembre de 2010

Ídolo de barro


“Pablo Iglesias, por incomprensión teórica, y por su propensión a preferir la influencia de las masas más próximas ideológicamente a la pequeña burguesía que al proletariado auténtico, trabajó, inconscientemente, sin duda, contra los intereses de su clase.

Sus simpatías y proclividad hacia la pequeña burguesía fueron coronadas aún por la conjunción republicano-socialista. El Partido Socialista se alejaba del proletariado para crecer sobre fuerzas que no tenían nada de obreras, perdiendo, como es natural, su carácter de partido de clase. La trayectoria política de Iglesias ha sido recta, como una espada: hacia una transformación del Partido Socialista en un partido de la burguesía liberal.

Se puede escribir la historia heroica del proletariado español, sus difíciles luchas, sus sacrificios, sin que sea necesario mencionar a Pablo Iglesias. Y eso es el juicio más contundente que pueda ser formulado sobre una persona. ¿Un luchador obrero que no esté al lado de la clase obrera en las horas graves, puede ser considerado un verdadero militante de la causa? El militar que durante la batalla permanece emboscado en la retaguardia, es merecedor no tan sólo del menosprecio, sino del enjuiciamiento por traición, por cobardía.

Los acontecimientos culminantes en los anales del movimiento obrero español son: Montjuïch, la huelga general de 1902,  la semana de julio de 1909, agosto de 1917 y el periodo 1919-21. A finales de siglo, el proletariado de Barcelona era perseguido encarnizadamente. Los anarquistas, revolucionarios, abnegados, heroicos, escribían con su sangre páginas imborrables en los sótanos de Montjuïch. ¿Dónde estaba Pablo Iglesias entonces? ¿Qué hizo el Partido dirigido por él para solidarizarse con las víctimas torturadas? El silencio es complicidad cuando el deber no permite callar”.

Joaquim Maurin
Extractos del artículo “Pablo Iglesias y el pabloiglesismo”

Publicado originalmente en catalán en el semanario L’Opinió, núm. 45, 22 de diciembre de 1928, y traducido al castellano en “El arraigo del anarquismo en Cataluña”, por Albert Balcells, 1973.



“En 1902, Pablo Iglesias hizo más. El Partido Socialista se opuso decididamente a la huelga general del proletariado de Barcelona, explosión formidable que anunciaba futuras tempestades. La gran burguesía y el Estado tuvieron en Iglesias un aliado formidable, que apeló a todo con tal de desacreditar el magnífico esfuerzo del proletariado barcelonés. Al enterarse de que las Trade Unions inglesas habían votado una cantidad para ayudar a los huelguistas, Iglesias se apresuró a hacer el triste papel de rompehuelgas, intentando disuadir a las Trade Unions de su propósito. Un agente patronal no habría procedido de otra manera.

Las jornadas de 1909 en Barcelona, transcurrieron con la ausencia completa de los socialistas. Barcelona se encendió al rojo vivo. El Madrid socialista, delante del volcán en erupción fue una tromba de agua. Por principio, por tradición, Iglesias ha estado siempre al otro lado de la barricada, cuando la clase obrera de Barcelona se ha levantado protestataria y tumultuosa”.


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