El tiet-avi d’Òscar Purqueras, Francesc (Cisquet) Jordà Poquet, fou un anarquista de la CNT de Reus (Sindicat Únic d'Oficials, Paletes i Peons), nascut a Vinebre (Ribera d'Ebre, Tarragona) el 1902, criat a Vila-Seca i condemnat a mort i afusellat per les autoritats de la dictadura franquista el 14 de juliol de 1939 a Tarragona sota acusació de “rebelión militar”. Adjuntem extracte del llibre “República, Revolució i Exili. Memòries d’un llibertari reusenc”, d’Alfons Martorell, que inclou la publicació de l’última carta que el seu amic Francesc Jordà va escriure, poc abans d’ésser assassinat, adreçada a la seva esposa, Pilar. Aquest és el nostre homenatge a aquesta persona. Un home bo, íntegre. El seu emocionant testimoni parla per sí sol.
Els anys d’exili, d’empresonaments; les execucions de tantes persones estimades que, per l’única raó d’ésser idealistes, els uns havent ocupat càrrecs sindicals, els altres en les col•lectivitats o en el municipi, i uns altres per venjances personals, van ésser passades per les armes. Reproduirem una carta que va escriure un bon amic, un jove reusenc de bons sentiments, que va tenir un comportament moral irreprotxable amb totes les persones que el van tractar. Més que un amic, va ésser un germà per a molts dels que el vam conèixer. Era un home senzill, comprensiu i alegre. Es deia Francesc Jordà i li dèiem Cisquet. Aquesta carta revela l’angoixa d’un condemnat a mort que, a mesura que veia com se li acostava el moment del seu final tràgic, va glossar l’afecte que sentia pels seus: sa mare, ses germans, nebots, i el seu gran amor per la seva esposa.
Inolvidable y estimada esposa: te escribo esta, que es la última voluntad de mi vida y te digo lo siguiente: Pilar, te deseo una buena vida y felicidad y que no tengas que pasar una tragedia tan grande como la que he pasado yo. Pilar, seguramente que por ésta de Reus, te señalarán con el dedo y dirán “ésta es la esposa de Jordà, que lo fusilarán en Tarragona”, pero tú siempre podrás contestar: sí, lo fusilaron, pero no por ladrón ni criminal, así es que podrás decirlo: lo han asesinado por sus ideas libertarias. Y que nadie puede decir lo contrario, porque todo Reus lo sabe. Pilar, también te hago un poco de historia del día en que caí preso. Fue el día 30 de octubre de 1938, en la Sierra de Cavalls, por los moros, mejor dicho por toda la 2ª Compañía del 520 Batallón de la 190 Brigada, 43 División, y los moros nos quitaron toda la ropa, sólo nos dejaron la puesta, y aún porque había soldados que llevaban cazadora de cuero o jersey de lana puesto y también se los quitaban. A mí me dejaron con camisa y pantalón el 30 de octubre de 1938.
De la Sierra de Cavalls, a Gandesa, donde pasamos la noche, y el día siguiente a Horta de San Juan, donde pasamos la noche en un almacén que hay en la carretera. De allí salimos a media mañana en dirección a Vallderobles, donde también pasamos la noche y al día siguiente salimos andando en dirección a Cretas, a coger el tren hacia Alcañiz, allí pasamos unas horas y por la tarde cogimos el tren hacia Zaragoza. Llegamos de noche y con camiones nos trasladaron a un pueblo que se llama San Juan, en una fábrica de papel que estaba habilitada para campo de concentración. Allí pasamos dos noches y un día, y de allí salimos de noche en dirección a Valladolid. Pasamos tres días en tren con mucho frío, que nunca lo había sufrido tan fuerte. Llegamos a Valladolid por la mañana, y por la tarde nos trasladaron a Medina del Rioseco, provincia de Valladolid, al campo de concentración del Canal. En dicho campo pasamos dos meses.
Allí, Pilar, pasé mucho frío. Fíjate la ropa que llevaba puesta, pantalón y camisa de kaki, alpargatas sin calcetines, en un país en el que casi todos los días llovía, y el día que no llovía estaba todo helado y teníamos que formar en el patio con frío de 10 a 12 grados bajo cero y para dormir, en el suelo sin manta. Yo no creía poderlo resistir, porque no estaba acostumbrado a aquel horrible frío. Algunos murieron no sé si era de frío o de enfermedad, pero yo creo que de todo un poco, a mí también me salieron muchos granos de pus, parecía que toda mi sangre estaba infectada. El 6 de enero nos cambiaron de campo y nos trasladaron al campo de concentración de Villagadio, también de Medina del Rioseco. La comida era buena pero había poca. Transcurrido un tiempo, un día por la noche, el Jefe del campo me llamó y le dije: ¿Qué es lo que pasa?. “Te tienes que presentar al Oficial de guardia del campo”. Llegué allí y el sargento me preguntó que qué es lo que había hecho antes de noviembre de 1939, y yo le dije que estaba preso en el campo del Canal y se quedó parado. En vista de ello, de que se había equivocado, entonces dijo que sería el otro año y yo le contesté que no había hecho nada, y me lo repitió varias veces, que qué es lo que había hecho y, como de verdad no he hecho nada a nadie, siempre contesté lo mismo, le dije que no sé de qué hablaba y claro, el hombre se enfadó y me amenazó con pegarme. Pero no llegó a hacerlo y entonces mandó llamar a un guardia y le dijo que me encerrara en el calabozo. Pero estaba mejor que los otros, porque cuando en el campo ya casi no podía tenerme en pie de débil que estaba, en el calabozo se comía más porque los cocineros que traían la comida eran presos del norte, hombres de ideas libres, y siempre nos llenaban el plato. Allí pasé un mes y medio hasta que me trasladaron a Cataluña. Ahora bien, el 17 de abril de 1939 recibí dos cartas de mi hermano Blas y de mi cuñada y dos de mi esposa que estaba en Francia, una con un retrato de ella y otra con 25 pesetas de Franco.
También unos días antes recibí 50 pesetas que me mandaron mi hermano Blas y mi cuñada Vicenta, me compré dos mudas y unos pantalones, porque casi andaba ya en cueros. Salimos de Villagadio el día 18 de abril de 1939, cincuenta hombres a quienes nos dijeron que salíamos en libertad. Pasamos la noche del 18 en la cárcel provisional, las cocheras de Valladolid, de los antiguos tranvías de esta capital. Salimos el 19 en dirección a Zaragoza, 12 horas de tren, y pasamos la noche en un coche del tren correo que teníamos que coger al día siguiente. Llegué a Reus, a las 5 de la tarde en dicha estación bajamos 4 individuos, 3 en libertad, y yo que me tenían que llevar a Tarragona, al Auditor de guerra. Primero pasamos por el gobierno militar, allí miraron un fichero en el cual yo no figuraba y luego me trasladaron a la audiencia. Allí estaba el Auditor, pero llegamos a dicho local y entraron los guardias en el despacho y tardaron un rato en salir, y cuando salieron me dijeron “muchacho tendrás que pasar la noche en la cárcel, porque el auditor no está”. E ingresé en “Pilatos” el 20 de abril a las 6 ½ de la tarde, y en dicha prisión encontré a algunos amigos de Reus y me hicieron algunas preguntas, de dónde venía, y yo claro se lo expliqué.
Transcurrieron 8 días y me trasladaron a la prisión habilitada “la Punxa”, y al cabo de 5 o 6 días me interrogó el juez, y todas las acusaciones que hacía eran de ser militante del sindicato. Llegamos al 25 de mayo y se hace el juicio a 36 procesados -también había 3 mujeres-. Los juicios los hacían en 3 turnos, el mío fue el último. Entramos en la sala y el tribunal estaba constituído; ven los informes de los procesados y una vez leídos, luego el fiscal lee las acusaciones; a mí me pone pena de muerte. Y de nuevo me trasladan a “Pilatos”, ahora bien, mi hermano y cuñada al enterarse de mi condena, enseguida se pusieron a trabajar para levantar esta pena. Llega el 25 de junio y aún no me ha llegado el fallo, mi hermano y cuñada cada vez que escriben me dicen que les dan muy buenas confianzas de que me levantarán la pena de muerte, porque yo no tengo las manos manchadas de sangre. Lo que me descuidaba en decir es que la pena que pidió el defensor para mí fue la pena del artículo 442 del código militar, que yo no sé cuál pena es esa.
Pilar, en las últimas horas de mi vida, como no te puedo besar a tí, besaré mucho tu retrato y también me lo llevaré a la tumba para que me acompañe. Pilar, te pido que le regales la máquina de fotografiar a nuestro sobrino Domingo Jordà Alegret, y de todo lo demás mío quedas ama y dueña para hacer lo que quieras.
Hermano Blas, cuñada Vicenta, estoy muy contento y agradecido de los trabajos que habéis hecho para conseguir mi indulto de la pena de muerte y no puedo seguir más porque me pongo triste y estoy llorando por toda mi familia.
Abrazadas y besos para mi esposa, Madre, hermanos, cuñadas y sobrinos de mi parte y os deseo muchos años de vida y felicidad.
Francisco Jordà Poquet
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